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miércoles, 21 de abril de 2021

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 300

Capítulo 300. Parto Prematuro (2)


El Presidente de la Corporación Oso había comido en varias ocasiones con la Emperatriz Navier. Honestamente, era una emperatriz fría. Durante cada comida, se aterraba al pensar si la persona que tenía delante era un libro de etiqueta o incluso estaba viva.

Pero no odiaba a la Emperatriz Navier. Aunque la Emperatriz no le mostró una sonrisa amable, tampoco lo traicionó con una máscara de amabilidad, y mucho menos cambió su palabra después de darse la vuelta.

Navier no era una persona cálida y acogedora, pero era digna de confianza y leal.

Aunque no abrazaba a los pobres con un corazón bondadoso y compasivo, sin duda cuidaba de ellos mejor que los habladores. 

Cuando Rashta se convirtió en emperatriz, el presidente pasó varios días de ansiedad con sentimientos encontrados.

Era doloroso ver a la inocente Emperatriz Navier desaparecer como si hubiera sido desplazada. Al mismo tiempo, se alegró, desde la perspectiva de los plebeyos, de que hubiera una emperatriz de origen plebeyo, y estaba asombrado por su gentil corazón. Cuando donó enseguida una enorme suma de dinero, se maravilló al ver que era realmente una buena persona.

Al final, simplemente decidió adaptarse a la nueva época. Concentrándose en seguir expandiendo y fortaleciendo su equipo de comercio.

Pero descubrió la oscura verdad oculta con sus propias manos. El presidente cerró los ojos y se reclinó en el respaldo de la silla mientras le invadía rápidamente un sentimiento de vacío y desolación.

"No puede ser..."

Al cerrar los ojos, murmuró con una sensación de abatimiento, inexplicablemente aparecieron lágrimas en las esquinas de sus ojos.

Fue en su boda cuando la Emperatriz Rashta declaró que donaría una gran suma de dinero a numerosas instituciones. La Emperatriz Navier también había sido invitada a la boda.

Escuchó a la gente que elogiaba a Rashta murmurar que la Emperatriz Navier era desvergonzada y descarada.

Aunque no lo consideraba hasta ese punto, el Presidente también pensaba que la Emperatriz Navier no tenía vergüenza. ¿Cómo pudo asistir a la boda de su ex-esposo con su nuevo esposo?

Por supuesto, se trataba de un asunto de estado, pero podría haber fingido que estaba enferma y enviado una delegación en representación. 

'Como era de esperar de una emperatriz que se volvió a casar, debía ser un poco desvergonzada.' Pensó en ese momento al ver a la fría Emperatriz Navier.

Pero había sido una idea equivocada desde un principio. Un malentendido, un prejuicio.

El Presidente se lamentó, imaginando cómo debió sentirse la Emperatriz Navier cuando la Emperatriz Rashta había repartido su dinero y recibido los elogios de la gente.

Fue injusto. Debió de sentirse molesta y triste. Incluso las personas más frías tenían sentimientos. Debió haberse quedado sin palabras.

Recordó los vítores de los plebeyos hacia la Emperatriz Rashta en el desfile nupcial y el silencio casi mortal cuando la Emperatriz Navier pasaba por delante de ellos en el carruaje.  

"No puede ser..."

El presidente estaba gimiendo inexplicablemente. Sentía pena por lo injusto y lo doloroso que debió haber sido. Se puso así a pesar de que no le agradaba especialmente la Emperatriz Navier.

El presidente, que había estado sollozando durante unos 15 minutos, volvió en sí tarde al escuchar los golpes en la puerta.

"¿Presidente?"

El secretario, que vino con una pila de documentos, se acercó sorprendido al presidente al ver sus ojos rojos.

"¿Se encuentra bien?"

Agitando la mano para decir que estaba bien, el presidente ordenó con voz fría. 

"Olvídalo, olvídalo. Busca a un periodista llamado Joanson y tráelo aquí."

* * *

Se preguntaba por qué lo llamaría el Presidente de la Corporación Oso. Normalmente, este no habría sido el caso.

"Gracias por venir."

El presidente señaló con el dedo la silla situada al otro lado del escritorio. Joanson miró entre el presidente y la silla con una expresión amarga antes de tomar asiento.

"¿Me estaba buscando?"

"No tienes buena cara."

"He estado muy ocupado."

"¿Ocupado recolectando información para redactar artículos en contra de la Emperatriz Rashta?"

La mano de Joanson, que abrió tranquilamente su cuaderno, se detuvo. Jugueteando con una hoja, sonrió y cerró el cuaderno. Sin embargo, levantó la mirada con ferocidad.

"¿Así que resulta que el presidente es un ferviente partidario de la Emperatriz Rashta? Había escuchado que tenían una muy buena relación."

En cuanto vio esa expresión, el presidente supo que había encontrado a la persona adecuada. Pero...

"Sé más racional."

Por alguna razón, Joanson estaba muy exaltado ahora mismo. 

Ante las severas palabras del presidente, Joanson ladeó la cabeza, perplejo. También se podía notar la fuerza con la que sostenía la pluma en su mano.

"No necesito un periodista tonto que ve a una persona como su enemigo nada más conocerla. Peor aún si se trata de un periodista que ni siquiera puede reconocer si la otra persona es un enemigo o no. Lárgate."

Mientras lo observaba, el presidente habló con frialdad y tocó la campana de su mesa.

En cuanto el secretario entró, el presidente dijo, "El invitado se va." Luego, como si no le interesara en absoluto Joanson, giró su silla hacia un lado y sacó un periódico.

El secretario tiró del brazo de Joanson.

"Por favor, retírese."

¿Por qué diablos me llamó entonces? Joanson encontró momentáneamente absurdas las acciones del presidente. ¿Qué tienen que ver los malos artículos que escribía sobre la Emperatriz Rashta?

Después de resoplar, Joanson se levantó de inmediato y siguió al secretario hasta la puerta. Pero al cabo de tres pasos, regresó, se sentó en la silla y se disculpó.

"Lo siento. No estaba pensando con claridad."

Sólo ahora comprendió el extraño matiz contenido en las palabras del Presidente.

¿No podía reconocer si era un enemigo o un aliado? Normalmente un enemigo no diría esto. Por el contrario, lo diría una persona que quisiera ser un aliado.

Tras la desaparición de su hermana menor, su racionalidad, enterrada en todo tipo de emociones negativas e intensas, se elevó un poco revelando su existencia. Fue en el momento oportuno.

"No soy tan tonto."

El presidente soltó una carcajada y giró la silla nuevamente hacia el frente. El secretario cerró la puerta discretamente y salió.

Joanson volvió a abrir su cuaderno, lo colocó sobre su regazo y miró al presidente con ojos ardientes.

El presidente lo sondeó con lo de la Emperatriz Rashta, y luego insinuó que no era el enemigo. Era evidente que lo que el Presidente quería contar estaba relacionada con la Emperatriz Rashta.

"La Emperatriz Rashta causó un gran revuelo al declarar que donaría veinte millones de krangs en pagarés el día de su boda. ¿Lo recuerdas?"

Como esperaba, el nombre de la Emperatriz Rashta salió de la boca del presidente.

Las comisuras de la boca de Joanson se curvaron.

"Cómo no iba a recordarlo. La elogié durante una semana por eso. Fue lo único bueno que hizo."

"Hmm, ¿sabes de quién son los pagarés?"

Por un momento, la expresión de Joanson era un poco dubitativa. Por qué hacía una pregunta como esa...

"¿Los pagarés no son de la Emperatriz Rashta?"

Su expresión se convirtió entonces en una fría sonrisa.

"Así que el Emperador estaba tratando de elevar el prestigio de su esposa, ¿no es así?"

''Desafortunadamente, el Emperador no ha hecho uso de sus pagarés.''

"..."

Joanson, que parpadeó perplejo, se levantó sumamente aterrado tras comprender tardíamente sus palabras. La silla cayó al suelo estrepitosamente.

"¡De ninguna manera...!"

"Son pagarés de la Emperatriz Navier."

"¡Qué... qué diablos estás diciendo!"

El presidente le contó todo lo que había averiguado. Joanson escuchó la historia con las manos temblorosas, y se quedó atónito al enterarse que Rashta se había aprovechado de esos pagarés delante de la Emperatriz Navier el día de la recepción de su boda.

La Emperatriz Navier, nació en una buena familia, comía bien, vivía bien y alcanzó la cima del poder. Lo único que no tenía era el amor de su esposo. En un principio, encontró absurdo que la gente que debía pensar en cómo llegar a fin de mes, se preocupara por la Emperatriz Navier.

La concubina Rashta, que había pasado por todo tipo de penurias para llegar a esa posición, daba más pena que la Emperatriz Navier.

Incluso después de convertirse en concubina, los nobles se burlaban de ella y la Emperatriz la trataba con frialdad, ¿pero aún se compadecían de la Emperatriz Navier? Lo consideró verdaderamente absurdo.

Aunque después sufrió un poco por el divorcio, la Emperatriz Navier acabó volviéndose a casar con el rey de un país vecino. Joanson llegó a pensar que había nacido con alguna bendición natural para poder llevar una vida tan tranquila.

¿Pero el dinero que la Emperatriz Rashta donó era de la Emperatriz Rashta? ¿Incluso lo hizo delante de la Emperatriz Navier y fue elogiada por los presentes?

Joanson se quedó boquiabierto y sin palabras. El mundo que hasta ahora creía conocer parecía haberse puesto patas arriba.

Así como le sorprendió que la Emperatriz Rashta, la luz y la esperanza de los plebeyos, estuviera relacionada con la desaparición de su hermana, también le sorprendió que la Emperatriz Navier, una noble de corazón frío hasta la médula, se contuviera mientras observaba el extraño comportamiento de la Emperatriz Rashta.

"Esto... esto es realmente..."

El Presidente le ordenó con frialdad.

"Escribe un artículo sobre esto. No sabemos qué represalias podría tomar la familia imperial, así que no lo afirmes del todo, sólo lo necesario para sembrar la duda."

Joanson se dejaba llevar por las emociones, pero el Presidente era un hombre completamente calculador.

No fue fruto de la emoción el que llamara a Joanson y le diera esta orden.

La confianza. Fue porque había perdido la confianza en la Emperatriz Rashta y había decidido desvincularse porque no tenía un buen presentimiento sobre lo que le aguardaba.

"Asegúrate de dejar claro que la Corporación Oso y la Emperatriz Rashta no tienen nada que ver entre sí. Hablo de trazar una línea."
***

Sentada en su sillón sin fuerzas, sus sirvientas le cepillaron el cabello y le lavaron la cara con un paño suave. 

Mientras continuaban arreglándole el cabello, Rashta tomó un periódico de otra sirvienta para leerlo.

La expresión de la sirvienta al entregarle el periódico era muy extraña, pero Rashta no le dio mucha importancia. Sólo pensó que habría alguna noticia interesante.

Al cabo de un rato, las manos de Rashta temblaban mientras leía el periódico. El temblor se extendió gradualmente por todo su cuerpo.


"¿Su Majestad?"

La sirvienta, que estaba arreglando su cabello, se inclinó sorprendida. La cara de Rashta estaba tan blanca como la nieve.

"¡Su Majestad!"

"El vientre... el vientre..."

El periódico que Rashta sostenía se extendió al caer al suelo.

La mirada de la sirvienta se dirigió al artículo que levantaba sospechas sobre los pagarés de la emperatriz. Sus ojos se abrieron completamente por un momento, pero cuando el cuerpo de Rashta se tambaleó, apartó los ojos del periódico y la sostuvo.

"Ah... Ahhh!"

Los gritos de Rashta sonaban como si salieran del fondo de una profunda cueva. Gritó intensamente una vez más y se desplomó por completo. Toda su cara estaba empapada de sudor frío.

"¡El médico, el médico del palacio! ¡Traigan al médico del palacio!"

* * *

"¡Su Majestad, la Emperatriz está teniendo un parto prematuro!"