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miércoles, 3 de marzo de 2021

Una Villana Perfecta Para Un Tirano - Capítulo 38

Capítulo 38. Aled


"¿Qué estás haciendo?", él preguntó. 

Cecile, que había salido por la puerta, llevaba accesorios por todo el cuerpo. Viéndola, Estian se volvió hacia la asistente y ésta asintió con una cara que decía, 'Sí, por eso no te lo había dicho'. ¿Por qué tenía todo eso ahora? Estian miró a Cecile con desconcierto durante un momento, pero luego sus ojos se entrecerraron. "¿Por qué no llevas ropa?"

"¡Ha sido usted quien las ha quitado, su Majestad!", ella exclamó.

Por supuesto, él no se las había quitado todas. Ella llevaba un camisón.  Pero aunque todos las asistentes presentes eran mujeres, no le gustaba que echaran miradas a Cecile. Estian se quitó la capa y la envolvió, luego la subió a sus brazos. La cubrió porque, en primer lugar, no le gustaba que las asistentes miraran. Pero más que eso, no podía aguantar más. Le había parecido divertido cuando colgaba varias gemas en ella durante el día, pero cuando vio a Cecile ahora engalanada con joyas mientras estaba casi desnuda, casi sintió ganas de abalanzarse. 'Iba a dormir esta noche ya que no quería despertarla, pero...'

Viendo a Cecile despierta y decorándose con gusto, pensó que estaría bien alargar la noche ahora. Pero, cuando estaba a punto de entrar en la habitación, Cecile gritó para detenerlo: "¡No puedes!"

Entonces, se zafó de sus brazos y se precipitó hacia las asistentes, ordenándoles que hicieran algo de nuevo.

"¿Qué es lo que necesitas?" preguntó el Emperador.

Cecile respondió a su pregunta: "¡Joyas! ¡Y muchas! ¡Grandes!"

***

"¿Qué tal esto...?"

Cecile se frotó los pesados párpados con una mano mientras que con la otra extendía un gran rubí. Frente a ella se apilaban las joyas que había recibido de Estian durante el día, así como otras joyas. Había una razón para ello.

Aled había sugerido una solución alternativa a la desafiante Cecile. La sugerencia del espíritu consistía en entregarle otra joya digna de un hogar si no podía pagar y, tras horas en las que Cecile revisó una joya tras otra, buscando el nuevo hogar de Aled, ahora estaba amaneciendo afuera.

"No se puede. Es un fracaso. La elaboración no es lo suficientemente delicada". Aled negó con la cabeza después de mirar el rubí que le mostraba Cecile. Ella enterró la cabeza en su escritorio, frustrada por su evaluación. Estian, que estaba sentado frente a Cecile y la observaba, se levantó y blandió su espada ante Aled.

"¿Qué te parece si dejas de ser exigente y entras en cualquiera?" El Emperador habló con frialdad.

"¡Oye, oye! ¡Aleja esa espada de mí! ¡Dios mío, estoy a punto de ser asesinado por un humano! ¡Estarás maldito durante generaciones! ¡Es cierto, lo que digo! Nosotros, los seres espirituales, somos expertos en ese aspecto."

"Entonces, mejor matarte, puesto que no pensaba tener hijos."

Las orejas de Cecile se agudizaron al escuchar sus palabras mientras estaba recostada sobre el escritorio, pero Estian no lo notó. Acercó aún más la punta de la espada a Aled.

"¡Oh, vamos! Hablemos, ¿De acuerdo? Mi condición para mi futuro hogar es..." Aled pidió.

"Cállate. Ya lo he escuchado cinco veces. Dilo otra vez y te cortaré."

"¡Querrás decir, 'sólo' cinco veces!"

'Debería matar a este bastardo', pensó Estian. Agarró con más fuerza la espada que tenía en la mano ante la réplica de Aled. Fue entonces cuando Cecile levantó su rostro del escritorio. Una sonrisa radiante colgaba de sus labios.