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martes, 2 de marzo de 2021

Una Villana Perfecta Para Un Tirano - Capítulo 37

Capítulo 37. Aled


Aled al principio tenía la intención de discutir con el Emperador, pero luego cambió de idea al observar la espada que llevaba en el cinto.  ¿Por qué un humano estaba en posesión de una espada de acero negro, que se suponía que los Elfos se habían llevado cuando abandonaron esta tierra? ¿Y cómo un humano la usaba tan bien? Eso no era algo que los mortales pudieran manejar.

Las espadas de acero negro eran lo único que Aled temía, pues era lo único que podía dañarlo, una entidad espiritual. Las espadas, de las que se decía que habían sido forjadas con la recolección de la oscuridad durante la Primera Era del continente, mataban a su alrededor con sólo sostenerlas. Su poder era tan gran que también afectaba a las entidades espirituales, que sufrirían la muerte al menor rasguño de esas armas.

'Dejando de lado si realmente es un humano o no, este Emperador no parece alguien con quien se pueda hablar', pensó sintiendo un escalofrío.

A pesar de que sólo había echado un vistazo al Emperador, Aled sabía que el hombre definitivamente sacaría su espada y no escucharía amablemente cuando le pidiera una compensación. Aled entró en la joya destrozada y revisó la póliza de seguro que recibió junto con el préstamo. Para desgracia del espíritu, en la póliza de seguro estaba escrito que 'los daños causados por los humanos no están cubiertos por el seguro'. Entonces, ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo compensaría las pérdidas sufridas cuando no era más que un plebeyo que había estado pagando un préstamo durante 1.252 años? 

Fue entonces cuando Aled vio a Cecile, que lloraba al creer que había despertado al espíritu y pensó. '¡Es ella! ¡Ella es la indicada!'

El Emperador parecía tratarla con bastante cariño, y por eso intentó hablar con ella después de que el Emperador saliera de la habitación. Aled comenzó a hablarle a Cecile, que seguía haciendo la reverencia. "Bueno, como dicen, lo justo es lo justo. Viendo que estás tan dispuesta a compensarme, te dejaré tranquila por esta vez si me pagas lo que te corresponde."

"¿De verdad?"

"El préstamo que he pagado hasta ahora, así como la suma restante. Además de una indemnización por haberme causado angustia emocional y el coste de lo que ha costado el interior de mi casa. Para explicarlo con más detalle, siguiendo el cálculo de 250 de oro al mes y 12 meses cada año, puesto que compré la casa con un préstamo de 1.500 años, eso suma un total de 4.500.000 de oro. Y después de incluir la compensación por mi bienestar mental, así como el valor de todo el diseño de interiores que hice durante 1.252 años frugales, eso llega a 10.000.000 de oro. Así que págalo todo."

"......" Cecile se quedó quieta un rato por las palabras del espíritu antes de arrastrarse para recoger la Esmeralda de Aled que había caído al suelo. Luego, se puso en pie, caminó hacia la terraza y lo lanzó con todas sus fuerzas. El anillo surcó los aires en dirección al estanque cercano, golpeando la cabeza de un cisne dormido y rebotando para golpear la cabeza del pato que estaba a su lado, antes de aterrizar finalmente con precisión en el plato destinado para lanzar monedas.

Aled observó inexpresivamente todo lo que sucedía y estuvo a punto de aplaudir, pero entonces se percató de la identidad del objeto lanzado. "¡Tú, tú! ¿Qué has hecho? ¡Mi casa!"

"Demándame, entonces", respondió Cecile con una radiante sonrisa ante el gritón Aled.

***

'Se ha hecho demasiado tarde'.

Estian había discutido mucho con Kane sobre cómo se prepararían para la elección de la dama de compañía de la Emperatriz, y sin darse cuenta se había hecho muy de noche. Se dirigió al palacio de la Emperatriz con pasos apresurados. A su llegada, las asistentes en espera lo saludaron con alegría. "¡Su Majestad, ha venido!"

Por el aspecto algo nervioso de las asistentes, Estian pudo darse cuenta de que algo había sucedido. Su tono se hizo más bajo. "Les dije que enviaran inmediatamente un mensaje si ocurría algo."

"¡Te ruego que nos perdones! Pero era algo difícil de contar Su..."

Fue entonces cuando la puerta de la habitación de la Emperatriz se abrió de golpe y salió Cecile, gritando: "¡Esto no sirve! Tráeme algo... ¿Eh, Su Majestad está aquí?"