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sábado, 13 de febrero de 2021

Una Villana Perfecta Para Un Tirano - Capítulo 5

Capítulo 5. Hola, Hermoso


Los ministros sintieron que sus sienes comenzaban a palpitar. Se habían sentido aliviados de que no se derramara sangre, puesto que hoy era el día de la boda. No esperaban que la sangre de la novia se derramara antes de que se casaran. Y tampoco se imaginaban que la novia lo provocaría ella misma.

"Y..." 

"¿Todavía ha pedido más cosas?" 

"Eso fue sólo el principio. "

"...¿Qué?"

¿Sólo el principio?  Esas dos peticiones eran bastante ridículas, ¿Pero aún hay más?

El asistente parecía angustiado ante los sorprendidos ministros. Cerró los ojos con fuerza y comenzó la lista. "Según las costumbres de Navitan, ha solicitado que los pétalos de flores que se arrojen no sean blancos sino rojos y, según las costumbres de Navitan, según las costumbres de Navitan, los asistentes masculinos deben llevar sombreros rojos, mientras que las asistentes femeninas deben llevar coronas de flores rojas. También según las costumbres de Navitan..." 

La interminable serie de palabras que salían de la boca del asistente hizo que los ministros acabaran por explotar. "¡Basta ya! ¡Navitan esto, Navitan lo otro! ¿Acaso la princesa no sabe que estamos en el Imperio? ¡Aquí en el Imperio seguimos las leyes del Imperio! Qué desfachatez quejarse de seguir las costumbres de Navitan  o lo que sea!"

"Ah, respecto a eso..." 

"¿Eso?" 

"'Estoy segura de que Su Majestad no será tan mezquino en esto, viendo que he venido desde tan lejos...' es lo que dijo."

En este punto, los ministros ni siquiera pudieron sonar sorprendidos. Habían pedido una novia para el Emperador, y en su lugar les habían dado una psicótica. Era la primera vez que experimentaban una declaración de guerra tan descabellada.

En la mente de los ministros, el nombre de Navitan se añadió a la lista de países a destruir. Sentían una gran enemistad, a pesar de no haber visitado Navitan ni una sola vez-

"¿Existen realmente tales costumbres en Navitan?" Una voz grave acalló todo el ruido de inmediato.

Los ministros se volvieron hacia el dueño de la voz. Había un joven delante del altar, inexpresivo. Se trataba de Estian, el Emperador de esta nación. Vestido con un esmoquin blanco, Estian estaba tranquilo, a diferencia de los ministros alterados, y parecía sumido en sus pensamientos. Los ministros levantaron la voz hacia él.

"¡Su Majestad! ¡Qué importa eso! Sólo tienes que dar la orden, y tus leales súbditos decapitarán a esa lunática que está afuera. Además, inmediatamente después,  se pondrán en marcha para arrasar también el reino de Navitan!"

"¡No le haga caso, Su Majestad! Su país desaparecerá desde hoy, y como consecuencia sus costumbres también se convertirán en nada."

Los caballeros se arrodillaron, con las espadas en sus caderas. ¿Cuántos países habían derrotado sus espadas hasta ahora por orden del Emperador? A este ritmo, hoy se añadiría uno más a la cifra. Estian miró a un oficial que estaba arrodillado y habló con ironía. "¿No dijiste que había que limitar las guerras a tres veces al año?"

"Tras una cuidadosa reflexión, creo que cuatro veces también estará bien."

"¿Eso es cierto? Entonces iré a la guerra contra el ducado de Etia el próximo mes. Ajusta mi agenda en consecuencia". Después de que declarara eso, de forma casual como si estuviera decidiendo una comida para la cena, el Emperador comenzó a alejarse.

"¡Su Majestad! ¿A dónde se dirige?"

"¿Cómo que a dónde?" Las comisuras de la boca del Emperador se curvaron ligeramente. "Es justo que un novio magnánimo acepte las peticiones de su prometida que ha recorrido un largo camino, ¿No?" 

Los ministros reprimieron los gritos en sus gargantas al contemplar la expresión del Emperador. El Emperador había sonreído. Era algo que nunca habían presenciado desde la coronación de Estian.

***

¿Por la derecha o la izquierda? Cecile estaba perdida en sus pensamientos mientras escuchaba el sonido de la música en medio de los pétalos de flores que aún se esparcían por el aire. Se preguntaba en qué dirección rodaría su cabeza que sería cortada cuando el enfurecido Emperador diera la orden.

Ante las frías miradas de los demás, Cecile se cubrió la boca y bostezó de aburrimiento. Al hacerlo, las miradas sobre ella se intensificaron, lo que la hizo sentirse muy satisfecha. En su interior, deseaba gritarles. '¡Ódienme más, por favor! ¡Soy la princesa de Navitan!'