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martes, 23 de febrero de 2021

Una Villana Perfecta Para Un Tirano - Capítulo 30

Capítulo 30. Artículos Viejos


No hubo ningún funcionario que se atreviera a preguntar, '¿Ligero cómo?'

Mientras todos se quedaban sin palabras, Estian se acercó a las joyas que habían traído los asistentes. Cogió un collar adornado con un rubí del tamaño del puño de un niño.

"¡Es el Rubí de Piot!"

A continuación, recogió un brazalete que ostentaba un zafiro azul.

"¡Ah! ¡Esa es la Celceta de la Eternidad!"

Los funcionarios gritaban sorprendidos cada vez que recogía un artículo.

"¡La Estrella de Regias!"

"¡El Eclipse del Emperador Oscuro!"

Todos estos nombres que salían de sus bocas ocupaban espacios significativos en las páginas de la historia imperial. Y colectivamente, fueron diciendo los nombres de las joyas que recogía el Emperador. Para cuando la mayoría de los nombres que conocían habían sido pronunciados, un verdadero montón de joyas imperiales se amontonaban en los brazos de Estian. Tras tomarlas todos, Estian se dirigió a Cecile. A continuación, hizo que un asistente que estaba a su lado sujetara lo que traía.

"¡Uf!"

El asistente se tambaleó en el lugar. Al poco tiempo, su cara se puso roja y el sudor comenzó a brotar de su frente.

'¡Qué pesados!', exclamó el asistente para sus adentros. No se había dado cuenta porque el Emperador los había llevado con mucha facilidad; ¿Cómo podía resultar ligero un motón piedras preciosas y metales preciosos? Pero, independientemente de que el asistente sudara o no, Estian sólo tenía ojos para Cecile, que llevaba una mirada de indiferencia y serenidad, como si fuera ajena a lo que ocurría. 

'Aunque debe de estar temblando por dentro', pensó Estian.

Anoche ella se había aferrado a él, llorando, —¡Su Majestad, no puedo hacerlo! Cecile había saltado asustada, diciendo que nunca podría lanzar tales tesoros. Pero cuando Estian le dio las dos opciones siguientes, —¿Quieres morir? ¿O quieres lanzar? Ella no dudó en responder, —¡Tengo brazos fuertes! Puedo hacer un buen lanzamiento.

'Aunque no creía que realmente tuviera brazos fuertes'.

Estian había pensado que ella lo estaba diciendo sin ningún fundamento, pero cuando vio el anillo rebotar hacia arriba y hacia abajo hasta caer en el jarrón hace un momento, se dio cuenta de que Cecile sólo había dicho la verdad.

***

Los dos se habían encerrado en el palacio de la Emperatriz para practicar para esto hoy. Aunque se llamaba práctica, consistía sobre todo en que Estian le decía a Cecile lo que tenía que hacer, y ella se aferraba a Estian con los ojos llorosos, —¡No puedo hacerlo, no lo haré, sálvame por favor!

'Pero, a pesar de todo su llanto, lo hace bien cuando se lo propone. ¿A esto le llaman ser fuerte en la práctica?', se preguntó. 

Estian le preguntó, "¿Me da la mano, Emperatriz?".

En respuesta, Cecile le tendió la mano derecha con elegancia. Al tomar su mano, Estian descubrió que la punta de los dedos de Cecile temblaba ligeramente. Como esperaba,ella se sentía bastante preocupada a pesar de su aparente indiferencia. Estian escogió un anillo de zafiro de la parte superior del montón de joyas que sostenía el asistente, y se lo puso en el dedo. Sin embargo, le quedaba flojo, puesto que el anillo era muy grande.

¿Qué demonios pretendía el Emperador?

Se preguntaban todos mientras centraban sus miradas en Estian. Sin embargo, a él no le importó lo más mínimo, continuó tranquilamente haciendo lo que quería. A continuación, escogió un largo collar de gruesas perlas y lo puso alrededor del cuello de Cecile. Pero eso no fue todo.

Esta vez, le quitó los pequeños pendientes que Cecile llevaba, sustituyéndolos por un nuevo par procedentes del montículo de joyas. Después, le puso una pulsera, y luego otro collar. Estian comenzó a colocar todas y cada una de las joyas que habían traído en Cecile. Decenas de collares en su cuello, numerosos brazaletes en sus brazos, y también innumerables broches en su vestido.

Su rostro comenzó a ponerse rígido ante el peso. El peso de las joyas estaba repartido por su cuerpo, por lo que no se sentía tan agobiada como el asistente que sostuvo todo, pero eso no significaba que estuviera cómoda. Tras colocar por fin la última joya en Cecile, Estian dio un paso atrás. La miró como si admirara su propio trabajo. 

"Creo que esto es suficiente para evitar que se las lleve el viento, Emperatriz. ¿Será suficiente como nuestro regalo de bodas?" preguntó Estian.

Se escucharon suspiros ante las palabras del Emperador. El Emperador estaba regalando todos los tesoros de la familia imperial a la Emperatriz. Era un hecho sin precedentes.  Ni siquiera los Emperadores, que se creían que estuvieron más locos que Estian, habían hecho algo como esto. El Ministro Imperial de Finanzas, que estaba en un rincón de la sala central, colapsó asombrado en su interior.

'¡¿Cuánto cree que vale todo eso?! ¡Suficiente para comprar la mayoría de los países y más! No, dejando eso de lado, ¡Son bienes culturales!'

Todos miraron a la Emperatriz. ¿Quién en el mundo se sentiría descontento después de recibir esa cantidad? Todos pensaron que la Emperatriz estaría encantada y agradecería a Su Majestad el Emperador. Sin embargo, al contrario de lo que esperaban, en el rostro de Cecile no había ni un rastro de alegría. Más bien, su expresión parecía aún más rígida que antes.

¿Qué más iba a decir la Emperatriz esta vez? Esperaron a que Cecile hablara, con las manos apretadas y sudorosas.

"Gracias por su bondad, Su Majestad. Pero..."

'¿Pero?'

Lo que salió de la boca de la Emperatriz superó con creces sus imaginaciones.

"¿No crees que un regalo de bodas sería mejor si fuese nuevo?", ella preguntó tímidamente.

Y de esa manera, los artículos patrimoniales de la familia imperial fueron reducidos en un instante a artículos de segunda mano.