Reciente

sábado, 20 de febrero de 2021

Una Villana Perfecta Para Un Tirano - Capítulo 22

Capítulo 22. Su Método Para Sobrevivir


"¿Te has despertado?"

"¿Te has despertado?"

Cecile intentó levantarse de golpe al escuchar de nuevo su voz, pero Estian se le adelantó. Como si lo hubiera previsto, le puso un dedo en la frente y la recostó de nuevo antes de bajar su torso hacia ella. Luego susurró al oído de Cecile. "Por lo que parece, tienes todo lo que deseas."

"S, s, sí. Yo también lo creo". Cecile asintió frenéticamente.

"Entonces, ¿Por qué te preocupas?"

"Porque siento que mi vida será un poco corta."

Estian asintió. "No te equivocas. Esto casi nadie lo sabe, pero antes de que te convirtieras en Emperatriz, los ministros de este imperio, así como la realeza de otras naciones, traían mujeres al palacio imperial. Querían que aceptara a esas mujeres, aunque no las hiciera emperatriz."

Cecile escuchó con atención. Era la primera vez que escuchaba de eso.

"La primera mujer que vino murió al día siguiente, y la segunda mujer que vino murió una semana después. La tercera mujer que vino duró un mes, pero al final murió. Maté a la primera mujer. A la segunda y a la tercera las dejé solas, no me importaba si morían, y al final alguien las mató."

Estian se detuvo por un momento, y Cecile aprovechó la oportunidad para preguntar inmediatamente lo que le había estado inquietando. "¿Te acostaste con las tres?"

"¿Eso te preocupa más que sus muertes?"

"Sí."

A ella también le resultaba extraño su tema de interés. Quizás estar en el palacio imperial la estaba volviendo rara. Estian se rió ante la respuesta inmediata de Cecile. "Eres un poco rara."

"Se debe a mi falta de educación."

"Eso no importa. Lo que importa es que eres de mi agrado."

"Es un honor. Pero..." Se detuvo.

"¿Pero?"

"Todavía no has respondido a mi pregunta..." murmuró Cecile con una voz apenas audible, y esta vez Estian se rió un poco más fuerte.

"No lo hice."

"Excelente. Qué perfecto". Cecile apretó los puños. Ante sus ojos había un protagonista masculino sacado de una novela. Un semental que era dulce por la noche, que poseía tanto poder como dinero, y aunque tenía algunos tornillos sueltos en la cabeza, se trataba de su primer hombre.

"No sé qué quieres decir con perfecto, pero lo tomaré como un honor. En cualquier caso, me agradas. Por alguna razón, no me gustaría deshacerme de tu cadáver. Por eso voy a enseñarte a sobrevivir en este lugar". Dijo Estian mientras acariciaba el rostro de Cecile con la mano. Luego, agarró un racimo de uva y se la acercó a la boca, empujándola lentamente entre sus labios. La uva que entró en su boca chocó contra sus dientes y estalló, liberando su sabroso líquido.

Estian contempló la mirada de Cecile con satisfacción mientras lamía el néctar de sus dedos. Él odiaba las uvas. El primer veneno que él tomó estaba introducido en uvas verdes como la que acababa de darle a Cecile, pero por alguna razón en estos momentos no le importaba. Se inclinó lentamente sobre Cecile para susurrarle al oído. "El método para que sobrevivas en este palacio imperial es..."

"...¿Es?" Cecile repitió. ¿Qué podía hacer para vivir? Pronto recibió una respuesta totalmente inesperada.

"Ganar suficiente notoriedad para hacer sombra a mi reputación."

"¿Qué?"

Los ojos de Cecile se agrandaron. ¿De qué estás hablando?

***

Al mismo tiempo, en el reino sagrado situado en una esquina del continente.

El reino sagrado, a diferencia de las demás naciones del continente, era una ciudad-estado cuya gente servía a Dios, alejada y apartada de las leyes del mundo secular. En lo más profundo del reino sagrado, rodeado de muros blancos, se encontraba el santuario. Y aún más profundo, en el corazón mismo del santuario, estaba la santa, la mensajera de Dios, que hoy también estaba dando la oración. O debería estarlo haciendo.

Hoy, sin embargo, la santa estaba parada en el muro del castillo blanco del reino. Una voz fría salió de sus labios. "Así que has fallado."

"Perdóname, santa."

Un hombre se arrodilló ante la santa, inclinando la cabeza. La santa sacudió la cabeza ante su disculpa, diciendo: "No es la última oportunidad. Todavía tenemos infinitas oportunidades."

Los ojos de la santa brillaron con una emoción indescifrable.

"Oportunidades para que este mundo siga su 'camino previsto'."

"Todo será como el futuro que predijiste, santa."

"Vuelve. Te llamaré de nuevo cuando te recuperes."

"Entendido."

El hombre se retiró, y ahora sola, la santa comenzó a murmurar en voz baja. "Joder.  ¿Por qué ninguno de estos tontos puede hacer bien su trabajo?"

Si alguien estuviera presente para escucharla, bien podría haberse desmayado. ¿Quién habría imaginado que la persona más virtuosa del mundo dijera groserías mundanas con tanta naturalidad? La santa siguió refunfuñando para sí misma. "¡Por qué he acabado poseyendo a la santa en lugar de la villana! ¡Esta chica tiene muchas restricciones! Ni siquiera puede hacer ningún movimiento imprudente."

La santa resopló con rabia mientras lanzaba sus puños al aire. De repente, aparecieron grietas azules en el aire donde no debería haber nada. Estas grietas formaban parte de la barrera del reino sagrado, cuyo propósito consistía en proteger a la santa. Sin embargo, la barrera era un poder que también servía para evitar que ella saliera del reino. La santa murmuró para sí misma mientras miraba la barrera. "Es mi protagonista masculino. Mío."

Apretó los dientes. Era una escritora. Una autora que solía escribir la novela. 'Una Villana Perfecta Para Un Tirano' en alguna otra parte del universo. Había plasmado todas sus preferencias en el protagonista masculino de su libro, el Tirano Estian. Guapo, bien dotado, de mal humor, con un pasado doloroso, un Emperador, de cabello negro, los ojos negros, entre otras cosas. Y, como añadido aleatorio, recordaba vagamente haber hecho que odiara las uvas.

El argumento de la novela era sencillo. La protagonista femenina poseería el cuerpo de Cecile, la emperatriz, y Estian, que hasta ese momento no se había interesado por su esposa, de repente se interesaría por su cambio. Acabarían enamorándose y, finalmente, vivirían felices para siempre.

Por eso, cuando la autora se despertó y se dio cuenta que no estaba en su mundo, lloró de alegría. Pero luego, cuando se dio cuenta de que había poseído el cuerpo de la santa, lloró de angustia. Mi novela, mi protagonista masculino...