Reciente

jueves, 18 de febrero de 2021

Una Villana Perfecta Para Un Tirano - Capítulo 17

Capítulo 17. Afrodisíaco


Las asistentes del palacio imperial se paseaban inquietas de un lado a otro frente a la habitación nupcial. Todos estaban al tanto de la conmoción de anoche. ¿Y cómo no iban a estarlo? Al principio, salían gemidos de la habitación, luego gritos y, por último, el ruido de algo rompiéndose.

Todos pensaban que la había perdonado durante la boda, pero que la mataría durante la noche. Nada más terminar la boda, los rumores sobre las exigencias que la ahora Emperatriz Cecile había hecho antes de la boda, se esparcieron rápidamente por todo el palacio imperial. Todo el mundo pensaba que el Emperador destruiría Navitan cuando tuviera tiempo. Y, por supuesto, mataría a la Emperatriz antes de eso.

A la mañana siguiente, el Emperador salió de la habitación nupcial con un raro buen humor. Al ver eso, las asistentes se persignaron y se pusieron a discutir cuando el Emperador se marchó. Uno de ellas preguntó: "¿Quién quiere entrar a limpiar el cuerpo de Su Majestad?"

Naturalmente, nadie levantó la mano. Al final, llegaron a un consenso para decidir por piedra, papel o tijera.

"¿No se supone que el perdedor debe entrar?"

"Lo dices como si se tratara de un castigo. Es un honor tener la oportunidad de servir a Su Majestad, así que, por supuesto, debe entrar el ganador."

Así, estando de acuerdo, las asistentes empujaron al ganador a la habitación. La ganadora respiró profundamente, apretando sus manos contra su pecho palpitante. 'No puedo acostumbrarme a ello por muchas veces que lo vea'.

La gente moría demasiado a menudo en el palacio imperial. Hubo una vez en la que la asistente había doblado la esquina de un pasillo, sólo para ser recibida por la vista de un cadáver decapitado. Una vez, incluso había encontrado a uno de sus colegas, con el que había disfrutado trabajando hasta el día anterior, flotando boca abajo en un estanque.

Ni siquiera era necesario buscar al culpable de estos asesinatos. En el momento en que se encontró con el cuerpo decapitado, el Emperador estaba cerca, al final del pasillo, limpiando la sangre de su espada. Y en el caso del cadáver en el estanque, parte de los vidrios de la ventana de la oficina del Emperador estaban flotando junto al cuerpo.  Al principio estaba tan asustada que le suplicó al chambelán jefe que la dejara salir del palacio imperial de inmediato, pero el chambelán jefe respondió como siempre lo hacía cuando alguien se lo pedía llorando. Le mostró el contrato y le dijo, 'Trabaja tus 3 años antes de irte. O te colgarán'.

En resumen, esas eran las condiciones del contrato. Cuando la asistente se puso a desempacar sus cosas con lágrimas en los ojos, el chambelán jefe le dijo que estaría bien siempre y cuando no hiciera nada extraño.

La asistente tocó la puerta, anunciando, "Su Majestad, he venido a ayudar."

"A limpiar su cuerpo", murmuró la asistente. Se quedó mirando la puerta sin obtener ninguna respuesta. Pues claro. ¿Cómo respondería un cadáver? La asistente inhaló profundamente y abrió la puerta. "¿Eh?"

Pero, al contrario de lo que esperaba, no olió nada de sangre. Lo único que percibió fue el olor del vino, el aroma del perfume de rosas aplicado a la Emperatriz y un extraño olor a pescado...

"Um..." La asistente estaba olfateando, buscando en la habitación el cuerpo de la Emperatriz, cuando escuchó una fina voz desde la cama.

"¡Huwuwup!"

La asistenta se giró hacia la cama y gritó de sorpresa. Un brazo blanco y delgado se había deslizado entre las sábanas de la cama, haciendo señas a la asistente.

"¡Su Majestad! Usted, usted está vivo!" exclamó la asistenta al borde de las lágrimas, aliviada por no tener que encargarse del cadáver. Pero, al mismo tiempo, se sintió desconcertada. ¿El Emperador perdonó a la Emperatriz? ¿Por qué? Se acercó a la cama y pronto descubrió la razón. La Emperatriz estaba sacando la cabeza de las sábanas, y el rostro de la asistente enrojeció cuando la vio.

Tenía los labios hinchados. También, marcas rojas por todo el cuello, los hombros y los brazos. Era evidente que el Emperador y la Emperatriz habían pasado una noche muy caliente.