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martes, 9 de febrero de 2021

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 266

Capítulo 266. ¿Cuánto Tiempo Se Mantendrá Vivo El Amor? (1) 



Sólo se trataba de un pequeño beso. Pero en un abrir y cerrar de ojos, él había tomado salvajemente el control de la situación.

Lo siguiente que supe es que estaba sentada sobre sus muslos, lo siguiente que supe es que estaba tumbada sobre la mesa y lo siguiente que supe es que Heinley estaba debajo de mí.

Me quedé sin aliento. Cuando vi su cuello cubierto de marcas rojas por todas partes, pensé que había enloquecido.

En cuanto Heinley se dio cuenta de hacia dónde apuntaban mis ojos, sonrió y se burló de mí.

"¿Creí haber escuchado que no debíamos dejar marcas donde pudieran verse?"

Mi alumno, que antes de darse cuenta de la primera me dejaba cien marcas, parecía estar plenamente consciente a pesar de besarme intensamente. 

Mientras acariciaba mis orejas con picardía, intenté levantarme de su pecho, pero me rodeó con sus brazos y me atrajo hacia él.

"Lo siento. Puedes dejarlas, así que continúa. ¿Eh?"

Envolviendo sus mejillas y recorriendo con mi pulgar su nariz, sus labios y su garganta, sacudí la cabeza y me levanté.

"Todavía no hemos cenado."

"¿Piensas cenar en medio de esto?"

"Levántate."

Después de tomar su mano para ayudarlo a levantarse, salió diciendo que se lavaría la cara.

Después de sentarme en la mesa a esperar, Heinley apareció al cabo de un rato con un aspecto de desconsuelo.

Me resultó gracioso, pero no me burlé de él. Podía entender un poco cómo se sentía Heinley ahora mismo.

"Reina, a veces pareces un dios travieso que juega conmigo en la palma de su mano sólo para observar mi reacción. ¿Lo sabes?"

"Por cómo lo dices, si el Sumo Pontífice se enterara, vendría corriendo a romper el compromiso."

No era una gran broma, pero Heinley estalló en risas. Mientras me limpiaba la boca con una servilleta y lo miraba fijamente, no pude evitar sentirme incómoda.

Pero me gustó que se riera de mi broma. Pocas personas entendían y reaccionaban a mis bromas.

Al sentirme mejor, una sonrisa surgió naturalmente.

"Reina. Lo que dijiste... antes. ¿Puedes repetirlo?"

"Por cómo lo dices, si el Sumo Pontífice se enterara, vendría corriendo a romper el compromiso."

"No, eso no."

Esta vez no estaba bromeando. Heinley volvió a estallar en risas. Sus hombros se sacudían mientras presionaba su puño contra el borde de sus labios, y sus ojos se curvaron en forma de media luna.

"Quise decir antes del beso."

Supongo que se refería a que murmuré 'Eres mío'. Tomé el tenedor apresuradamente y revolví ligeramente los guisantes. Lo dije por la emoción del momento. Me daba vergüenza decirlo plenamente consciente.

"¿Reina?"

"No lo recuerdo."

"Dijiste que era de Reina."

Oh, muy amable de su parte. Heinley, que había refrescado voluntariamente mi memoria, volvió a insistir.

"Ahora que te lo recordé, dímelo."

¿Qué tan difícil podría ser repetir esas palabras? Pero mirándolo con esos ojos tan brillantes, se hizo realmente difícil de decir.

Mientras revolvía de nuevo los guisantes sintiéndome incómoda, Heinley cambió la dirección de la pregunta.

"¿Ahora estás preparada para aceptar mi corazón?"

"No estoy segura."

"..."

"Pero si creo que no es bueno mantener una relación con alguien que no deseas..."

Iba a decir que no me encontraba bien. 

Pero antes de eso, nuestras miradas se encontraron. Heinley parecía estar contento sólo con este comentario. Sonrió ampliamente, debió interpretar mis palabras como una señal positiva.

Al ver esa expresión tan adorable, sentí verdadera curiosidad. Ni siquiera era especialmente amable con él. ¿Cómo había conseguido a un hombre así como esposo?

Pero...

Le sonreí ligeramente y volví a concentrarme en los guisantes.

Creo que Heinley me ama. Era imposible no darse cuenta al ver cómo me miraba y actuaba.

Pero me resultaba difícil imaginar que Heinley sería incondicional para siempre. Lo siento, pero no creía en el amor duradero, y mucho menos en el amor eterno.

Sería fácil aceptar el corazón de Heinley. Ya estaba llena de su amor. El ramo que me regaló se hacía cada vez más grande hasta el punto de que apenas podía ver el precipicio que tenía delante.

Un paso. Sólo un paso más, y me enamoraría perdidamente de él.

¿Pero después de eso? Cuanto más alto, sin duda más dolorosa será la caída. El amor de Heinley era tan dulce que el final sería aún más amargo. Sería incomparablemente más doloroso de lo que había sido con Sovieshu.

No era sano aferrarse a la posibilidad de que sólo me amara a mí por el resto de su vida. Era mejor prepararse para lo peor.

Así que era mejor mantener la línea ahora. Mantener la línea hará que no sea demasiado doloroso si se enamora de alguien más.

Christa era un buen ejemplo. Había sido lo suficientemente inteligente como para conseguir el apoyo de muchos nobles, pero al final, acabó destruyéndose a sí misma por amor, ¿no es así?

Incluso si me odiara, Christa no lo habría expresado de no ser porque amaba a Heinley. En lugar de convertirme en una enemiga acérrima, habría utilizado la última voluntad del anterior rey como escudo, aferrándose a la posición de la lamentable anterior reina.

Yo no quería ser igual.

* * *

"¿Qué estaba pasando por su linda cabeza?"

Heinley miraba absorto a la dormida Navier.

En la cena, la seriedad con la que revolvía los guisantes con el tenedor era tan adorable que quería retratarla enseguida y atesorarla.

Pero su expresión era realmente sombría y seria. Definitivamente no estaba pensando en nada bueno.

Heinley sentía mucha curiosidad cada vez que Navier ponía esa expresión. ¿En qué estaba pensando? ¿Por qué tenía una expresión tan sombría delante de mí?

Besó suavemente a la dormida Navier en la mejilla, la oreja y la sien, y frotó su frente contra su hombro.

"Te amo."

Le susurró al oído en voz baja, pero no obtuvo una respuesta.

"Te amo."



Aun así, Heinley le susurró constantemente al oído.

De todos modos, era lo mismo que estuviera despierta porque tampoco le daría una respuesta. No era nada incómodo.

"Desearía poder ocupar su corazón aunque sea por un día."

Heinley apoyó su nariz en el hombro de Navier, antes de presionar su oreja contra su pecho. El latido de su corazón era muy reconfortante.

Esta vez, levantó la mano izquierda y presionó su propio corazón. Su corazón latía tan rápido como para preocuparse.

Heinley se rió en silencio.

"Entonces, ¿podrá Reina creer también en mi corazón?"

Besó suavemente el hombro de Navier y, desafortunadamente, tuvo que levantarse de la cama.

Quería seguir durmiendo a su lado, pero tenía trabajo que hacer.

Después de cubrirla con las sábanas hasta el pecho, besó a Navier en la mejilla y salió sin hacer ruido del dormitorio matrimonial para ir al pasillo.

Mastas, que estaba bostezando apoyada contra la pared, ajustó su postura con ojos somnolientos.

"Su Majestad, ¿me ha llamado?"

"¿Has descansado bien últimamente?"

Heinley preguntó con una sonrisa, y bajó las escaleras sin siquiera escuchar una respuesta.

Al cabo de un rato, los dos llegaron frente a la oficina, donde las luces estaban apagadas. El caballero de la guardia real que custodiaba el lugar encendió inmediatamente las luces y abrió la puerta.

Mastas seguía actuando como una noble sin etiqueta, bostezando o estirando el cuello. Sin embargo, una vez cerrada la puerta, enderezó inmediatamente su postura y miró fijamente a Heinley.

También había muchos caballeros leales en la guardia real, pero la relación de Heinley con los Caballeros Clandestinos era más especial.

Heinley confiaba más en los Caballeros Clandestinos que había levantado y mantenido desde que era un príncipe que en la guardia real. Esta confianza se reflejaba a menudo en órdenes secretas.

Ese era precisamente el caso ahora. 

Heinley se sentó en su escritorio y preguntó,

"Mastas. También sabes lo de mi cuñada, ¿no?"

''¿Cómo no voy a saberlo? Cómo no voy a saber sobre el incidente que angustió tanto a Su Majestad la Emperatriz."

Mastas respondió con un resoplido y Heinley arqueó las cejas.

A partir de entonces, Mastas habló de lo impactante que había sido este incidente para Navier. También habló con entusiasmo de la enorme resolución que había mostrado Navier para afrontarlo.

Heinley escuchó atentamente, y cuando Mastas terminó de hablar, suspiró y murmuró.