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miércoles, 16 de diciembre de 2020

No Quiero Ser Amada - Capítulo 163

Capítulo 163. Leticia y S3x0 


Cuando Leticia puso un pie en una gran habitación y cerró la puerta detrás de ella, vio al conde sentado en su escritorio trabajando duro. Estaba segura de que conde había escuchado la conmoción que ella había provocado fuera, pero su cara no mostraba ninguna reacción emocional en relación a ello.

"Estoy aquí, amor."

Similar a la voz de un ave pequeña, Leticia caminó alrededor de la mesa y lo abrazó por detrás.

"...El banquete terminó mucho antes de lo que esperaba. Vine a verte de inmediato. Te extrañé muchísimo."

El conde se detuvo y dejó su pluma. Levantó la vista, girando su silla. Sus dedos apuntaron hacia abajo.

"......"

Leticia sabía bastante bien lo que quería decir. Sonrió, amablemente, y se arrodilló en el suelo delante del conde.

Ella le quitó el cinturón y le desabrochó los botones, luego le bajó los pantalones. Su gruesa y 3r3cta virilidad se reveló inmediatamente. Un fuerte olor a pescado se arremolinó alrededor de la habitación, haciéndola querer vomitar, pero Leticia sonrió cálidamente y envolvió la punta de su virilidad con sus labios rojos.

Ella pensó que el conde le daría tiempo para respirar, pero él inmediatamente empujó su cabeza hacia su virilidad de inmediato. Su virilidad llegó hasta su gargante, causando que se atragantara.

"¡Kghh!"

La lujuria se apoderó del conde, empujando incómodamente su virilidad contra sus amígdalas, separándolas y bajando por su garganta.

Agarró despiadadamente su cabello, moviendo su cintura hacia adelante y hacia atrás como deseaba. En este punto, lágrimas corrían por la cara de ella, sus bolas golpeaban su barbilla. Lentamente, se detuvo un poco y Letica rezó en un interior para que terminara, pero luego la movió de nuevo hacia adentro y hacia afuera.

Podía sentirlo endurecerse e hincharse dentro de su boca, empujando a un ritmo no precisamente suave. Sentía ganas de vomitar, tenía el estómago revuelto hasta la médula, pero aún así... no tenía elección e hizo todo lo posible por complacerlo con su boca.

"Levántate."

Después de una sesión satisfactoria, ella sacó su virilidad de su garganta con cuidado. Luego, el conde palmeó la parte superior de sus propios muslos.

Sin tomarse un tiempo para limpiar los fluidos de sus labios, Leticia se bajó las bragas y se sentó en sus muslos. Sin previo aviso, su virilidad penetró en su hermosa flor de inmediato.

La relación entre los dos siempre había sido igual. Satisfacía sus ansias sexuales que su soberbia esposa nunca podía, usando el cuerpo joven de la mujer de cabello rojo.

Al principio, Leticia disfrutaba de sus interacciones placenteras. Aunque fuese unilateral, era mejor que el Vicount Olbach, su esposo estéril. El vizconde no podía satisfacer sus deseos sexuales. Estaba viejo y enfermizo. Además, regularmente permanecía en la cama descansando.

Incluso la simple idea de tener una cita nocturna con el viejo arrugado de su esposo la repugnaba. Cada vez que su gordo cuerpo la empujaba en la cama, un pensamiento inmediato de asesinarlo venía a su mente, pero ella tenía que contenerse.
 
En cualquier caso, su matrimonio no se basaba en el amor, sino en su codicia por la posición de poder y riqueza. Si el viejo y frágil vizconde falleciera, cualquier pequeña cantidad de riqueza que le quedara se convertiría en suya. Adicionalmente, se quedaría con el título de vizcondesa.

Pero llevar a cabo su plan sería demasiado peligroso.

La gente sospechaba de las muertes de su padre y de la anterior esposa del vizconde, porque habían muerto de forma similar. Si ese viejo falleciera de repente, le resultaría difícil hacerse la inocente.

Por lo tanto, Leticia dirigió su mirada hacia otros lugares. Ella requería un hombre que la llevara a una mayor riqueza y poder en el futuro mientras mantenía su relación matrimonial con su actual esposo, Gaith Olbach.

El Conde Clovis, un pariente lejano de su esposo, era un buen candidato para ese puesto. Tenía poco más de cuarenta años. Su apariencia no era mala. Se mantenía bien arreglado. Pero más que nada, era el hijo del anterior rey, lo que lo convertía en la persona con el título más alto entre los que ella conocía.

Si el vizconde se enteraba de que era la amante del conde, no habría mucho que su esposo pudiera hacer.

En el pasado, Leticia soñaba con casarse con un joven y competente noble a través de una boda oficial. Sabía que su belleza destacaba entre todas las mujeres del reino y pensó que podría usarla en su beneficio.

Pero... al final...