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sábado, 26 de diciembre de 2020

Bajo El Roble - Capítulo 58

Capítulo 58. La Resolución de Max (2) 


Aderon se levantó de su asiento con cara de torpeza, dejando atrás el papel de pergamino con varias explicaciones escritas. Tan pronto como se fue, Max se fue corriendo a la biblioteca a toda prisa. Le llevó varias horas registrar el precio de los mármoles y los salarios de los trabajadores. Suspiró cansada por su patético logro cuando de repente escuchó algo a sus espaldas. Miró atrás sorprendida y fue saludada por la visión de una persona que se asomaba por detrás en el rincón más alejado de la biblioteca, encerrado en una pila de libros. 

"Ru-Ruth..." 

El hombre la miró con sus ojos hoscos mientras se rascaba su pelo gris claro. Max no sabía cómo reaccionar, así que ella respondió con una mirada perdida. Ahora estaba sentado encima de los preciosos libros de contabilidad. ¿Cuánto tiempo lleva ahí tirado? 

"¿Por qué eres tan ruidosa estos días?" 

El mago frunció el ceño y se quejó de repente, aparentemente sin sentir vergüenza al encontrarse con la Señora de la casa mientras dormía en el suelo de la biblioteca. Max tartamudeó de vuelta, desconcertada. 

"Ca-castillo, estoy redecorando el castillo…" 

"El castillo es el castillo, pero lo que estoy preguntando es el negocio de la Señora Calipse." 

"¿Y-yo...?" 

"¿Quién más? Has estado lloriqueando en la biblioteca durante los últimos días. ¿Sabías que has estado perturbando mucho mi sueño?" 

Se cubrió la boca, avergonzada por el hecho de que alguien había estado observando sus actos de quejidos y suspiros. Instantáneamente se sintió furiosa con él por no hacerle saber que había estado cerca en sus momentos de angustia... y se quedó estupefacta al ver que le recriminaban en lugar de pedirle una disculpa. 

No sabía a cuál de las tres emociones debía reaccionar. Mientras ella estaba allí de pie, asombrada e incapaz de responder, el hombre se levantó de su improvisada cama y fue justo delante de ella. 

"¿Es usted... un contador?" 

Ella arrebató rápidamente las hojas de papel de su escritorio, ocultándolas sombríamente de su vista. Sin embargo, el hombre ignoró su esfuerzo por ocultar los papeles y ágilmente los recogió para escrutar la incorregible letra. Al momento siguiente, las cejas del mago temblaron. 

"¿Cuántos errores de cálculo tienes?" 

"¡Da-dámelo!" 

Se dio la vuelta para mantener el papel lejos de su brazo extendido y siguió mirando el contenido con horror. Lanzó un gemido bajo. 

"¿Por qué un plato de mármol vale 20 Liam? Estoy seguro de que escribiste las unidades equivocadas, ¿verdad? Por favor, dime que solo has mezclado las unidades". 

"A-ahora mismo e-estaba a p-punto de arreglarlo..." 

Max explicó desesperadamente a Ruth, que estaba a punto de echar espuma por la boca con rabia. Él, que la miraba con los ojos entrecerrados, instantáneamente fue por los libros que ella escondía a sus espaldas. 

Ella estaba atónita por su comportamiento directo. Un caballero nunca debe tocar las cosas de una dama sin permiso, o eso le habían dicho siempre. El acto de arrebatar por la fuerza las pertenencias de una dama sin permiso era algo que solo un rufián haría. 

Max tiró del dobladillo de su vestido con la cara roja. "¡Devuélvelo! ¡Co-cómo, cómo pudiste, ha-hacer, hacer algo tan-tan, grosero!" 

"¿Cuánto has gastado en los últimos días?" 

Ella se estremeció y lo miró cuidadosamente. La cara del mago estaba horriblemente distorsionada y su corazón se hundió al verlo. ‘¿Pasó algo malo?’ 

Ruth apretó sus dientes y lentamente reunió la fuerza para preguntar. 

"¿Cuánto?" 

"B-bueno, eso es…" 

El sudor frío estallo por todo su cuerpo mientras intentaba pensar en una respuesta. 

"Ri-Riftan dijo que no se preocupara por el dinero." 

"Pero al menos deberías saber cuánto has gastado, ¿no?" 

El reproche hizo que su cara ardiera con incomodidad. Se encogió y no podía mirarlo directamente, como cuando su tutor privado la había reprendido por sus pronunciaciones. 

"N-no sé el número exacto..." 

"¿Sabes la cantidad aproximada?" 

Tan pronto como ella sacudió lentamente la cabeza, el mago se frotó violentamente las sienes, tratando de regular su molestia. Por un momento, se preguntó por qué la regañaba, pero luego el miedo de haber hecho algo terriblemente malo la carcomió. Así que, Max confesó después de una larga duda. 

"E-en realidad no es-estoy familiarizada c-con este tipo de trabajo, así que…" 

"¡Si no estás familiarizada, al menos deberías pedir ayuda!" 

Sus palabras pronunciadas con frustración eran demasiado acertadas para que ella no pudiera decir una palabra en respuesta. Max tembló de horror, sintiéndose la mayor tonta del mundo. 

"¿Es-es realmente tan... está mal?" 

"En primer lugar, el libro de cuentas es un desastre. Algunos artículos son ridículamente baratos, otros ridículamente caros, los cálculos no coinciden en absoluto. Además, estas compras de artículos... ¡hay demasiadas compras innecesarias! Si bien es cierto que el Señor Calipse ganó una ridícula cantidad de dinero en la batalla contra el dragón, ¡no puedes gastarlo sin pensarlo! Hay numerosos caballeros y guardias en Anatol y somos responsables de su mantenimiento. Lo más importante es que planeamos construir una gran carretera que conectará el puerto con el pueblo el año que viene. Además, el invierno se acerca, así que nuestros ingresos por impuestos se verán afectados. Tenemos que tratar de reducir cualquier tipo de posible desperdicio". 

Max encogió su cuello como una tortuga ante el implacable ataque. 

"No, no... no he oído nada de eso. Él-él sólo dijo que hiciera lo que quisiera". 

Ruth suspiró profundamente después de que él escuchara sus murmullos. Como si hubiera perdido toda su energía, bajó los hombros y continuó. 

"No digo que redecorar el castillo esté mal. Es cierto que nos hemos convertido en una fábrica militar a la que solo le importa la defensa. Pero es demasiado. Si sigues gastando dinero así, pasarán un par de años antes de que el Señor Calipse tenga que ir a robar otra Guarida de Dragón". 

"E-ese..." 

Max se tambaleó a punto de colapsar y se agarró firmemente a la silla. Intentaba hacer todo para alegrar a Riftan... después de todo, era responsabilidad de la Señora de la casa mantener las cosas bonitas también. Sintió que toda la sangre de su cuerpo se iba mientras pensaba en cómo su marido se volvería loco por sus acciones equivocadas como el hombre que estaba delante de ella. Max lo miró con lágrimas en los ojos. 

"S-si me en-enseñas lo que hice mal, l-lo arreglaré. ...."