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jueves, 12 de noviembre de 2020

Bajo El Roble - Capítulo 38

Capítulo 38. El Castillo de Calipse (2) 


Rodrigo suspiró levemente. 

"Parece que después de tantos años de abandono, el Señor parece haber olvidado que aquí existe un refugio, más allá de los nidos de monstruos y el sangriento campo de batalla, en este basto Castillo, tal cosa es probablemente insignificante para él". 

Max juró interiormente que no permitiría que siguiera siendo así. La habitación vacía que tiene ante sí cobrará vida en un resplandor de colores y lujo, convirtiéndose en una de las salas de banquetes más codiciadas del continente. La nobleza lucharía con uñas y dientes solo para conseguir una invitación al ostentoso Castillo de Calipse. 

"P-por favor, llamen a los m-comerciantes lo antes posible" dijo firmemente. 

Rodrigo asintió rudamente, pudo sentir su determinación y eso lo impresionó. 

Ella inspeccionó la recepción y los cuartos de invitados de al lado, ambos cuartos casi no se diferenciaban del salón de banquetes. Como mínimo, la habitación de invitados estaba ligeramente acomodada con un mobiliario básico, pero aburrido. Cada habitación estaba equipada con camas robustas y edredones limpios, había unos estantes simples colocados en la ventana para lo que el invitado considere necesario colocar. No había mucho que observar en la habitación, así que se dirigieron hasta el primer piso para revisar los cuartos de los sirvientes. 

"Los sirvientes viven en un edificio separado, y las sirvientas en un alojamiento en la planta baja para que siempre puedan responder a la llamada de su Señor. Si la Señora llegara a ocupar de algo, solo tiene que tocar la campana en la habitación, las sirvientas vendrán enseguida, incluso en medio de la noche". 

Según Rodrigo, el Castillo de Calipse solo tenía a 87 sirvientes, un grupo considerablemente pequeño para manejar una fortaleza gigantesca, los terrenos y fosos de alrededor. Sin embargo, por otra parte, tal vez no era un número demasiado pequeño teniendo en cuenta que el propietario lo había dejado vacío durante tanto tiempo. 

Diferentes caras pasaron ante ella cuando Rodrigo la presentó con algunas de las doncellas que trabajaban en el castillo. Después de conocer numerosos rostros que estaban destinados a olvidar al día siguiente, continuaron su recorrido hacia la cocina del castillo. A diferencia de las antiguas habitaciones que parecían estar muertas y frías, la enorme cocina era todo lo contrario, era cálida y estaba llena de actividad. 

Max echó un vistazo a la gran chimenea de la pared izquierda, las llamas parpadeando bajo una olla lo suficientemente grande como para ser usada como baño. 

Su cuerpo inmóvil y de pie contrastaba con el movimiento de los pies de los ocupados sirvientes que trabajaban vigorosamente. Algunos amasaban pan, otros pelaban papas, cortaban la carne ahumada y lavaban la vajilla, y apilaban tazones en montones cerca del fregadero. 

"La cocina es el lugar más concurrido del castillo. Los sirvientes no tienen tiempo para descansar mientras preparan la comida para los caballeros y los guardias. Y debido a la escasez de trabajadores, casi todos los sirvientes del castillo tienen que estar en la cocina cuando se acerca el almuerzo o la cena". 

"P-por eso no v-vimos a los sirvientes en las o-otras habitaciones...” 

Ella prometió decirle a Riftan que tenían que contratar más sirvientes. 

"¿Quiere ver el anexo ahora?" 

Cuando ella asintió, Rodrigo la llevó afuera. 

Inmediatamente, bajo el brillante resplandor del sol, un jardín sin vida la saludó. Un árbol solitario estaba al lado de un pabellón sin vida, la única vida presente en el suelo eran las malas hierbas que crecían en los jardines. 

Ella frunció las cejas. Aunque el Gran Salón se considera el orgullo del Señor, el jardín que sirve de entrada al castillo principal debería ser ostentoso. Como lo primero que ven los huéspedes, debería haber una exorbitante e impresionante exhibición de flores lo suficiente como para dejarlos ciegos. Después de todo, las primeras impresiones son duraderas. 

‘Aunque no pueda hacer mucho en esta temporada, al menos debería asegurarme de que no nos ridiculicen’. 

"¿T-tenemos un jardinero?" 

"Los sirvientes se turnan para limpiar el patio y el jardín, pero no hay jardineros ni arquitectos paisajistas oficiales". 

Rodrigo respondió, limpiándose la frente. 

Max sabía que los sirvientes no tenían la culpa. Normalmente era responsabilidad del Señor y de su Señora amueblar el castillo. Como Riftan había estado en una larga expedición, la administración debería haber caído en sus manos como su esposa... Las acusaciones que su marido le había lanzado ayer le inundaron repentinamente la mente como un torrente inclemente. 

"M-muéstrame el anexo, por favor". 

"Sí, señora. Venga por aquí, por favor". 

Siguiendo tranquilamente las instrucciones de Rodrigo, pasaron por el jardín gris y por el pequeño pasillo a la izquierda del Gran Salón. Los viejos robles les proporcionaban sombra ante el despiadado calor. 

"El anexo era la residencia principal del difunto clan de Sir Anatol, pero ahora ha sido remodelado y usado como alojamiento para aprendices"- 

Max inclinó la cabeza con curiosidad. "¿T-tiene el Castillo de C-Calipse muchos aprendices c-caballeros?" 

"Hay unos treinta. Después de que el Señor se convirtiera en el Caballero Comandante, muchos aristócratas enviaron a sus hijos e hijas a entrenar bajo su tutela. Al final de su aprendizaje, son iniciados como miembros de los Caballeros de Remdragón". 

El mayordomo, que lideraba el camino, se detuvo repentinamente en sus pasos. Se detuvieron cerca de un amplio campo abierto al final del camino. Los muchachos, apenas considerados adultos con sus caras reflejando su juventud, estaban todos alineados, cada uno de ellos empuñando una espada de madera que parecía inofensiva, pero que podría causar algún daño. 

"Oh, es la hora del entrenamiento" entonces se volvió hacia ella, pidiéndole su opinión. "¿Qué hacemos, Señora? ¿Le gustaría saludar a los aprendices?" 

"Oh, no. N-no quiero m-molestarlos. Podemos v-volver más tarde”. 

Una vergüenza brotó repentinamente dentro de ella. Los anchos hombros de Riftan mientras estaba de pie delante de los chicos le llamaron la atención. 

"Supongo que el Señor estaba supervisando el entrenamiento". 

El mayordomo también se encontraba de pie bajo la sombra del árbol y dijo con voz tensa. 

"Creo que es una buena idea volver, Señora. Al Señor no le gusta que espectadores estén presentes durante los entrenamientos". 

"Oh, entonces vamos". 

Esperaba que la decepción no fuera evidente en su voz. Cuando se volvió para regresar al castillo a petición de Rodrigo, sintió una familiar agarrando su delicada muñeca.