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viernes, 2 de octubre de 2020

Bajo El Roble - Capítulo 25

Capítulo 25. Un Vistazo A La Magia



Max sintió el calor del cuerpo de Riftan, su barbilla haciendo contacto con su cabello rebelde mientras le rodeaba el cuello con un brazo. Ella pensó que lo hizo porque creía que tenía frío, y le miró a hurtadillas, sin saber qué hacer.

Fiel a sus palabras, nadie prestó atención a su cercanía; o tal vez fingieron no hacerlo. Aún así, Max no era tan desvergonzada como para estar tan cerca de un hombre... aunque fuera su esposo.

Reunió en su lengua las palabras adecuadas para decir, temerosa de su posible ira.

"Es-Está bien. Qui-Quiero decir... sólo aléjate un poco..."

"La estás molestando. Por favor, sé considerado."

Max levantó la cabeza ante la repentina voz que los interrumpió. No sólo fue una interrupción ordinaria, sino que un subordinado reprendió a Riftan, su supuesto capitán. Descubrió que provenía de un joven delgado, que parecía tener unos veinte años, de pie a tres o cuatro pasos de distancia con una pequeña lámpara en la mano.

"No seas entrometido, Ruth. Vete." Riftan suspiró, casi con impaciencia.

Sin inmutarse por su fría bienvenida, Ruth se las arregló para responder con frialdad. "¿Cuánto tiempo vas a seguir gruñendo como un bárbaro. No voy a molestarte, así que puedes dejar de hacer eso."

Ante tan descaradas palabras, los ojos de Max se abrieron de par en par. El hombre que implacablemente se dedicó a hablar en contra de Riftan captó su mirada, y esta vez sus ojos se dirigieron hacia ella. Sintiendo que él la había visto hacer algo descortés, Max intento levantarse a toda prisa.

Como si estuviera sujetada por una cuerda, Riftan la detuvo, sentándose a regañadientes.

"...¿qué te importa?" dijo finalmente, con un tono un poco más suave que antes.

"Traje esto," levantó la luz brillante, "porque pensé que tendrías frío." Aunque no especificó a quién se refería, era obvio que hablaba de Max.

Entonces, sus manos buscaron en los bolsillos de sus costados, hurgando durante un tiempo antes de volver a sacarlas. Una pequeña piedra que emitía luces suaves iluminaba la palma del hombre. Al verlas, Max sintió que la tranquilidad la envolvía.

Las luces se acercaron más con los pasos del hombre.

"Piedra Mágica de Fuego. Posee un hechizo para mantenerte caliente. Tómala y mantenla cerca de ti," dijo.

Max instantáneamente se sintió nerviosa, "Esto... ¿esto es para mí?"

No pudo evitar la sorpresa de la inesperada amabilidad, haciendo que las cejas del hombre se levantaran a su vez.

"¿Para quién más? La gente reunida aquí son hombres fuertes que pueden incluso permanecer desnudos bajo una fuerte helada," escupió con una actitud descuidada, sin importarle en absoluto que fuera una mujer quien recibía sus palabras.

Luego continuó explicando, "Pero tú eres diferente. Parece que no tienes mucha resistencia... En cualquier caso, me sentiré responsable si te resfrías aquí. Piensa en ello como una medida preventiva."

Al oír que podía ser una carga, Max la aceptó sin decir una palabra más. El aire caliente envolvió suavemente todo su cuerpo tan pronto como la piedra estuvo en sus manos, tal como él había explicado. Por un momento, cuando sólo miraba la piedra con asombro, pronto se dio cuenta de que aún no le había agradecido su generosidad.

Levantó la cabeza en pánico.

"Gracias... S-Sir, Sir Ruth."

El taciturno semblante del hombre se suavizó ante su gratitud murmurada.

"No soy un caballero sino un mago. Puedes llamarme Ruth," dijo.

El hombre se retiro entonces y volvió a su lugar al otro lado, como si hubiera terminado con el propósito que tenía. Riftan, que había estado observando su intercambio en silencio, se recostó y la arrastró con él. Max pudo sentir el temblor en su toque y el nerviosismo que lo acompañaba.

"Estás cansada." Empezó a decir, "Duérmete. Nos iremos mañana tan pronto como amanezca."

La mano de Riftan se movió entonces para apagar la luz de la lámpara de aceite colocada a su lado. Como si los otros caballeros le hubieran estado esperando, las luces del lugar se apagaron en sucesión, sumergiendo el espacio en una lúgubre oscuridad. Max, que se retorcía incómodamente en los brazos del hombre, no pudo soportar la terrible fatiga que le llegó y cerró los ojos.

El constante golpeteo de su pecho contra su mejilla provocaba un sonido muy parecido a los de una canción de cuna. Y al instante, su preocupación por dormir en este lugar se desvaneció, reemplazada sólo por un profundo sueño.

*

Cuando la mañana descendió, lo que una vez fue la espeluznante apariencia de la aldea de anoche se fue, reemplazada por un brillo vivo. Ante sus ojos, una hermosa vista panorámica del Bosque Yudical se extendía más allá de la hilera de cabañas como un telón de fondo. Interminables campos dorados de trigo también se extendían ante su vista, moviéndose como las olas del océano en una mañana tranquila.

Max salió del almacén para lavarse la cara en el único arroyo que había. Por la mañana temprano, el agua estaba lo suficientemente fría como para congelar sus manos. Se mojó su cabello largo y enredado, la brisa fresca besaba su cara húmeda, y hacía que todo su cuerpo se erizara con el ligero viento.

Después de hacer un pequeño esfuerzo para arreglarse, Max regresó al almacén, secándose la cara cuidadosamente con las mangas de su vestido. Vio que los caballeros ya se habían reunido frente al carruaje a su regreso, listos para partir.

Riftan fue el primero en verla.

"Oye, no vayas por ahí sola."

"Yo-yo lo siento." Con su voz severa, ella bajó la cabeza y se precipitó hacia delante. Riftan entonces la subió al carruaje, con el ceño fruncido, como si todavía tuviera un sermón para ella.

Y como era de esperar, añadió,

"Nunca actúes por tu cuenta. El Bosque Yudical alberga muchos monstruos."

Max tembló, recordando los horribles seres que había visto el primer día. Sin embargo, fue su impotencia ante sus ataques lo que le hizo temblar de miedo.

"Sí, sí, tendré cuidado."