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sábado, 19 de septiembre de 2020

Bajo El Roble - Capítulo 3

Capítulo 3. Noche de Bodas (1)



"Quítate la ropa."

Al final del banquete de bodas, una niñera la llevó a la cámara nupcial. Con la ayuda de varias criadas, se lavó y se sentó en la cama, y después de un rato su esposo la siguió a la habitación.

Max no sabía sus intenciones, pero tenía los ojos bien abiertos. No podía entender por qué el hombre, que había ignorado por completo su presencia durante toda la boda, había hecho tal demanda de la nada. No tenía conocimiento específico, aunque vagamente consciente, de que algo secreto sucedía entre las parejas.

La niñera le había dicho, |Tienes que obedecer a tu esposo incondicionalmente y aceptar lo que te pida sumisamente.|

 ¿Cómo puede esa obediencia incondicional implicar el quitarse la ropa? Ella no sabía qué hacer.

"¿Tengo que quitármela?"

Se llevó un soplo de sorpresa. Riftan Calypse era como un gigante hecho de acero. Sus hombros eran el doble de anchos que los de ella, su cuello era largo y grueso, y su cintura era delgada y recta, como la de un elegante cazador. Ella era ridícula en comparación.

Al principio sabía que era un hombre de físico único entre los caballeros, pero era abrumador verlo cara a cara. Tragó con fuerza.

Le dolía cuando su padre le pegaba, no importaba si él lo hacía.

"Te ves terrible." Su fría voz hizo temblar a Max. El hombre se acercó a la cama y la miró fijamente. Su enorme cuerpo, dorado a la luz de la chimenea, bloqueaba su visión.

"No te gusto mucho, ¿verdad?"

"Ah... yo, yo..."

Se inclinó sobre ella. En su cara casi perfecta, sus ojos negros tenían un brillo tremendo. Los labios apretados del hombre se retorcieron con cinismo.

"Por supuesto, la hija de un duque nunca pondría en su corazón a un caballero de bajo rango."

Hubo un temblor incontrolable en su cuerpo cuando escuchó que su voz estaba llena de hostilidad. Una esposa pertenece a su esposo. Si él lo desea, podía golpearla y un castigo corporal más severo que eso era tolerado en su sociedad. Max sudaba de miedo por la situación en la que se encontraba, sin embargo no tenía alternativa que aferrarse a lo posible, pero nada tangible generosidad de su esposo, aunque eso podía llegar a enfurecerlo.

"Ven aquí. Ya sabes lo que tienes que hacer."

Max no podía preguntarle qué tenía que hacer y en cambio, miró sus pies nerviosa. Una sombra oscura cayó sobre su cabeza. El hombre le levantó la barbilla con sus largos y ásperos dedos, enviando una mirada indescifrable.

"Si no lo hacemos la primera noche, este matrimonio se considera inválido. ¿Quieres una anulación?"

Atrapada en sus oscuras pupilas de profundidad desconocida, ella tembló. El hombre torció su boca.

"Si quieres que salga, dímelo," dijo.

"..."

"Una vez que empezamos, no hay que detenerse en el medio."

La garganta de Max se estrechó y tragó fuerte por segunda vez. Si dejaba que se fuera así, su padre seguramente no la perdonaría. No tenía elección en primer lugar. Max cerró los ojos y aflojó su cinturón con manos temblorosas.

El miedo a ser golpeada por su padre era mucho mayor que el miedo a ser humillada por un extraño. No. No terminaría siendo golpeada. Tal vez un castigo más severo sería que su padre regresara con otro caballero en unos días. Ella no era más que una herramienta para la conveniencia de su padre.

En el punzante silencio, Max se quitó los adornos uno por uno y los puso al lado de la cama. Sólo se oía el sonido del fuego que chispeaba a través de la habitación. Podía sentir la mirada penetrante del hombre mientras bajaba la correa de su vestido de lino y sacaba su brazo de la manga alta.

El aire frío de la noche barrió con dureza su espalda y hombros desnudos, haciendo que su carne se erizara de inmediato. Se aferró a su ropa en el pecho, incapaz bajarla más. Entonces el hombre puso una rodilla en la cama y tiró del borde de su falda en un movimiento.