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domingo, 27 de septiembre de 2020

Bajo El Roble - Capítulo 20

Capítulo 20. El Tierno Toque De Un Hombre Extraño (2)



"Sí. Es de mañana. Pensé que iba a morir esperando a que abrieras los ojos."

Presionó sus labios sobre sus párpados mientras decía esto, el extraño toque hizo que Max se estremeciera. Ante su reacción, sonrió y presionó sus labios con más fervor en su cara, sus orejas y su cuello, derramando sus besos hormigueantes como el toque de una mariposa. Max, por reflejo, apartó su cara con vergüenza.

"Ah, Ah, no... Oh, para ahora y vístete..."

"No. ¿Sabes cuánto tiempo he estado aguantando durante la noche?"

El hombre resopló y se llevó la mano de ella a los labios. Luego, lamió con su lengua húmeda uno de sus dedos de una manera tan sutil que aún así logró disparar sus sentidos. Podía oír el tambor de su pulso contra su oído. Colocó el dedo de ella más adentro de su boca y lo chupó suavemente.

Max nunca había pensado que su mano podía ser una zona tan sensible.

"De verdad, si supieras cómo me siento cada vez que te ruborizas así, no me mostrarías esa mirada, ¿verdad?"

Riftan murmuró, mordiéndole las puntas de los dedos. Ella no pudo soportarlo más y retiró su mano, escondiéndola en las sabanas. Luego él movió las cejas y se quitó las sábanas. Ella chilló y se acurruco formando un círculo.

"¿Por qué lo escondes?"

"¡Ah, es de mañana! Hay tanta luz..."

"Entonces muéstrame. Quiero ver tu cuerpo en la luz."

El hombre tiró de sus piernas acurrucadas y ella gritó sorprendida. Parecía demasiado irreal que ayer estaba temblando en el suelo del castillo de su padre, y ahora yacía desnuda en la cama con un hombre a plena luz del día.

Sin saber lo que pensaba, Riftan le acarició suavemente los hombros, el pecho, la cintura y los costados, luego colocó naturalmente su mano entre sus muslos. El acto de anoche llevó sus dedos a su lugar húmedo por familiaridad.

"Maxi, ayer... no estuvo mal, ¿verdad?"

"Ri-riftan..."

"No... se sintió bien, ¿verdad?"

Aunque muriera, no se atrevería a responder a sus palabras. Sus dedos comenzaron a moverse hábilmente en su lugar secreto.

"Yo... te amo profundamente. Hace tres años, quería estar contigo, no quería irme. No sabes lo difícil que fue salir de esa cama. Por supuesto, tú querías que desapareciera, pero..."

Ante tan inesperado comentario, olvidó su vergüenza y abrió bien los ojos. Él puso su boca bajo su clavícula, y ella lo sintió sonreír contra su piel.

"Es lo mismo que ahora. No puedo... no puedo detenerme. Aunque no te guste... aunque llores..."

Sumergió sus dedos profundamente y le mordió la piel ligeramente. Max se tensó reflexivamente contra él con sus piernas. Esto provocó un gemido de emoción que se escapó de sus labios.

"Échale la culpa a tu mala suerte de ser la esposa de un hombre como yo."

¿Qué demonios quería decir con eso? Para ella, el desafortunado era él en muchos sentidos. Su padre incluso llegó a insinuarle que era alguien fácilmente reemplazable incluso en el matrimonio.

¿Pero por qué siente eso? La débil pregunta pronto se desvaneció cuando el calor en su vientre atrajo su atención.

Ella se apretó contra sus dedos, que entraban agresivamente en su interior. Su mirada febril se extendió por todo su cuerpo y ella no pudo apartar sus ojos de su fuerte mirada, estaba atrapada. Él sacó sus dedos de ella e inmediatamente empujó su miembro profundamente.

"¡Ugh...!"

"Ciertamente... me estoy muriendo."

Riftan soltó un gemido bajo y ahogado, mordiendo suavemente la parte inferior del lóbulo de su oreja. Ella apretó sus hombros de piedra con fuerza, sintiendo como si hubiera sido atrapada por un sabueso. Agarrando sus dos muslos, los abrió lo suficiente como para que casi dolieran y comenzó a moverse lentamente.

Max enterró su cara en la almohada y reprimió sus gemidos. Como un lento y rezagado arroyo, los movimientos se hicieron gradualmente más fuertes. Riftan, que se había estado moviendo por mucho tiempo, cayó pesadamente sobre ella cuando llegó a su clímax. Ella respiró brevemente, en contraste con la larga y ronca exhalación sobre su cabeza.

"Quiero quedarme así durante unos días."

"E-es pesado..."

Murmuró con cara de pánico. A este ritmo, no creía que sería capaz de levantarse durante días con él agobiándola. Él le mordió amargamente la oreja en respuesta.

"Oh, eso duele..."

"Es porque dices que no te gusta, cuando en realidad te hace sentir bien."

Mordisqueó el lóbulo de su oreja sonrojada y la lamió con su lengua. Max retrocedió y apartó su cuello.

"¡Ri-riftan...!"

"Se siente muy bien. Podría haberme quedado así desde un principio si no fuera por esa maldita lagartija. Si lo hubiera hecho, ya tendríamos uno o dos hijos, ¿no es así?"

-"Uh, n-no, no hagas eso...!"

Riftan continuó jugando con sus orejas y frotó su cálido cuerpo sobre el suyo como si no pudiera oír ni una palabra de lo que Max había dicho. Mientras tanto, ella estaba exhausta por su aparentemente interminable ‘deber en la cama’. Pero parecía que él no estaba ni siquiera un poco cansado, colocándose entre sus piernas otra vez.

Max casi se echa a llorar. Justo en el momento en que estaba a punto de desmayarse, dejó de moverse. Fue porque alguien llamó a la puerta.