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miércoles, 23 de septiembre de 2020

Bajo El Roble - Capítulo 12

 Capítulo 12. El Duque de Croix (2)


En cierto punto, llegó a considerar la existencia de su primera hija, Maximilian, como una monstruosidad.

En la sociedad aristocrática, muchas familias eran reacias a asociarse con gente maldita. Había incluso algunas personas que se negaban a acercarse a cualquier miembro de la Familia Croix, temiendo que ellos también fueran maldecidos sólo por estar cerca. De hecho, los hombres que habían seleccionado se negaron a casarse con Rosetta, pues pensaban que ella podría dar a luz un niño con alguna anomalía.

Toda esta situación llevó al duque a la ira y a un resentimiento irremediable.

¡Incluso pensó que moriría de frustración! Por primera vez en su vida, sufrió un enorme revés. Por primera vez en su vida, tenía una hija inútil que siempre tenía éxito en traer vergüenza y decepción a la familia.

Junto con el crecimiento de la niña, su ira también crecía. Y él, pagaba sus frustraciones con ella sin piedad.

Golpeando su carne hasta que se hinchaba para enseñarle modales, avergonzándola delante de otros por derramar su gacha de avena torpemente, el Duque nunca perdonó ni la más mínima falta.

Su imperfección era la imperfección de la familia. Tenían que ser extremadamente cautelosos con sus acciones y hacer todo lo posible para elevar su reputación. Así que todo era culpa de la inmadura Maximilian. Y a través de esta creencia, las acciones de su padre siempre fueron justificadas.

Ella era anormal. Su existencia, nada más que un error. Todo el mundo creía que la familia hubiera estado mejor sin ella— que no debería haber nacido en primer lugar.

Maximilian creció escuchando todo eso durante toda su vida.

La tartamuda de la familia.

La desgracia.

La chica tonta y miserable.


La tímida ratoncita.

Su padre nunca la llamó por su nombre. Con las palizas de su padre, bajo su mirada de desprecio, su carácter, su autoestima y su personalidad se hicieron añicos. Resignada, en su corazón, sucumbió a los juicios que se le lanzaron, y lentamente encarnó a la Maximilian que nadie quería.

"¡Maximilian! ¡Despierta!"

Abrió los ojos y vio que una mano fuerte le sacudía los hombros. Bajo su nariz, los oscuros ojos de Riftan la miraban fijamente. Ella lo miró en blanco, incapaz de comprender la situación rápidamente. Pero en el momento en que él le apartó el cabello de la frente y se lo coloco detrás de las orejas, Max inmediatamente entró en razón. Fue esa acción íntima la que la saco de su asombro.

Se puso de pie rápidamente y miró a su alrededor.

"¿Esto es...?"

"Esto es una posada. ¿Recuerdas cuando estábamos en el carruaje y fuimos atacados por Ogros? Te desmayaste. Mientras estabas inconsciente, nos escabullimos por el bosque y nos topamos con este pueblo cerca del camino." Respondió con una gran almohada en la mano, que colocó detrás de Max para que ella se sentara derecha y cómoda.

Se recostó en el cojín y lo miró con una mirada desconcertada. Luego él lleno de agua el tazón que estaba en la mesa y se lo acerco.

"Bebe. No dejabas de sudar. Tienes que reponer el agua en tu cuerpo."

Cuando Max se detuvo a mirar el agua confundida, él frunció el ceño y dijo apresuradamente.

"¿Crees que he puesto veneno en esto? No seas ridícula. Bebe rápido."

Tomó el tazón de inmediato y bebió su contenido. Su estómago sintió un poco de náuseas cuando el agua tibia entró en sus entrañas. El hombre levantó una ceja cuando bajó el tazón con el ceño fruncido.

"¿Te sientes incómoda con algo?"

"Oh, no..."

"Hazme saber si sientes algún dolor. Llamaré a un médico."

"No. Me siento bien."

El hombre pronto caminó hacia la mesa con el tazón de agua. Cuando se alejó de su vista, pudo ver toda la habitación; el lugar ya no estaba oscurecido por su cuerpo.

Era una habitación destartalada. Las paredes y el suelo eran todos de madera, y lo único que había en la amplia habitación era una cama, una mesa y un par de sillas estropeadas. Ella estudió el techo cuidadosamente, por si había una araña. Sin duda, una telaraña brillaba tenuemente bajo el alcance de la luz.

Afortunadamente, la cama estaba limpia. Max olfateó tentativamente las suaves mantas que olían a moho, y de repente frunció el ceño. Algo se sentía extraño. Deslizó sus manos dentro de las gruesas mantas que cubrían sus piernas.

Al llegar abajo, sintió sus suaves piernas desnudas. Sólo entonces se dio cuenta de que llevaba una túnica de hombre. Y ni siquiera llevaba ropa interior.

"Esto es, oh mi... mi ropa..."

Riftan, que estaba inmerso en el arreglo de las toallas, cogió el cuenco de agua de la mesa, le echó una mirada y respondió sin inmutarse. Encontró el asunto insignificante.

"Vomitaste y te ensuciaste, así que lo que llevas puesto es mi túnica. Con la prisa, no pudimos traer tu ropa, así que tuve que vestirte con mi túnica de repuesto."

Hizo pucheros como si fuera una niña pequeña, sin saber si debía estar atónita o sorprendida por el hecho de que la desnudara mientras estaba inconsciente.

"Has estado inconsciente todo el día y no has comido. Debería salir a buscarte algo de comida."

Tan pronto como el hombre salió por la puerta con una mirada grave en su cara, Max rápidamente buscó algo para ponerse debajo. Pero lo único que había en la habitación era la armadura que Riftan se había quitado, que estaba casualmente apilada junto a la cama.

Mientras seguía buscando con determinación algo que pudiera usar, la manta se desprendió de su cuerpo, exponiendo así parte de su piel. Justo en ese momento, la puerta sonó y Riftan entró, él había regresado a la habitación para ver cómo estaba. Como un ciervo atrapado bajo los faros, ella lo miró con ojos redondos y aturdidos. Apresuradamente agarró la manta con fuerza, envolviéndola alrededor de su cuerpo una vez más.

"No tiene sentido que te cubras ahora. Lo vi todo mientras limpiaba tu cuerpo."

"¡¿Me has... limpiado tú mismo?!"