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lunes, 6 de julio de 2020

Dama A Reina - Capítulo 53

Capítulo 53. ¿Me Estás Evitando?


Petronilla ya había llegado de las cocinas. "¿Está pasando algo interesante?" -dijo con una sonrisa en su cara-.

"Ah..." -dijo Mirya torpemente-. Petronilla era la única de ellas que no sabía lo que había pasado. Al final, Mirya no vio ninguna razón para esconderse de la hermana de la Reina, y finalmente se lo dijo.

"No es nada grande. En realidad, hubo un pequeño disturbio hace unos días."

"¿Un disturbio?" -preguntó Petronilla con una mirada interesada-. Debe haber ocurrido después de que ella se fue a casa, y ella lo adivinó. "¿Pasó de noche?"

Mirya asintió. "Su Majestad tiene oídos sensibles, y se despierta ante los más mínimos sonidos. Escuchó algo hace unas noches, y cuando buscó la fuente del ruido, se encontró con Su Majestad."

"... ¿En el palacio de la reina?"

"Sí".

"Eso es... extraño", -murmuró Petronilla-.

Raphaella, que hasta ahora había permanecido callada, estuvo de acuerdo. "Lo sé. ¿Por qué estaba el Emperador allí en ese momento? Las doncellas del palacio central también nos pidieron que guardáramos silencio. No sé con qué autoridad pueden decir que..."

"Bueno, debe haber una razón. Simplemente no la conocemos", -dijo Mirya-.

"¿Es así?"

"Por cierto, ¿Rizi se quedó con el Emperador esa noche?" -preguntó Petronilla-.

"Sí. Entonces el Emperador ordenó que Su Majestad fuera devuelta a su habitación cerca del amanecer."

"......"

Petronilla cayó en el pensamiento contemplativo, y Raphaella la miró con curiosidad.

"¿Por qué, Nil? ¿Sabes algo?"

"No... sin embargo, no creo que todo el mundo lo sepa."

"Su Majestad tampoco actúa como si lo supiera. Es mejor no mencionarlo."

"Sí. No hay razón para levantar esa costra", -terminó Petronilla-, luego levantó el plato y sonrió irónicamente. "Esta tarta es una nueva creación de la cocina. Tiene un sabor maravilloso. Deberían probarla todos.

"Désela a Su Majestad primero, y nos comeremos las sobras, señorita Petronilla."

"Por supuesto". Petronilla sonreía con los dientes. Su característica sonrisa inocente era tan refrescante como la tarta, y caminó airosamente al cuarto de su hermana y abrió la puerta.

Patrizia miró hacia arriba a su llegada. "Nilla", -dijo en un saludo-.

"Pareces ansiosa, hermana".

Patrizia se sonrojó. "No hay nada de qué preocuparse", -insistió-. Petronilla se adelantó y colocó la tarta en la mesa de té.

"¿Estás ocupada? Si no, deberías comer algo. El chef acaba de crear esta tarta, y sabe deliciosa", -dijo Petronilla con un chirrido-.

"¿En serio?" -dijo Patrizia sonriendo mientras se ponía de pie-. Su trabajo no era tan urgente, y tenía mucho tiempo para disfrutar de un antojo.

Se acercó y se sentó a la mesa con su hermana. Después de probar la tarta, una amplia sonrisa se extendió por su boca. Era dulce en su lengua.

"Es tan deliciosa. Ese chef es increíble", -dijo Patrizia entusiasmada-.

Petronilla sonrió. "Yo también lo creo."

Petronilla, que esperaba una oportunidad para conversar, pronto sacó un tema del que quería hablar.

"Rizi".

"¿Sí?"

"He oído que te encontraste con el Emperador hace unas noches."

"Ah... ¿cómo supiste que...?"

"Eso no es importante, Rizi." Petronilla intentó una sonrisa. "¿Pasó... pasó algo?"

"... ¿Pasar?" Un bulto nervioso se formó en la garganta de Patrizia. ¿Cuánto sabía Nilla? Patrizia mantuvo su voz firme mientras hablaba. "¿De qué... de qué quieres hablar?"

"Cualquier cosa. Algo que no sé".

"... No pasó nada," -mintió Patrizia-.

Desde el principio, no habían habido secretos entre las hermanas. Esa promesa finalmente se había roto hoy.

Patrizia no lo hizo por desconfianza en su hermana gemela; sólo quería ser cuidadosa con sus palabras. Petronilla ya la apoyaba mucho con su trabajo. Patrizia no quería decir nada que preocupara o disgustara a su hermana, y lo más importante, Patrizia no recordaba exactamente lo que pasó esa noche de todos modos. Todo lo que recordaba era un frenesí. La pregunta de Petronilla fue hecha con ese tipo de cosas en mente, pero Patrizia no lo sabía.

"Te lo digo. Me dormí casi enseguida, así que no hay mucho que contar."

"... Ya veo", -respondió finalmente Petronilla-. "Yo... pensé que algo había sucedido. Es un alivio".

"Nil, te preocupas demasiado por mí. ¿Parezco una niña pequeña en el agua?"

"Pero Nil es como una niña a veces", -añadió Patrizia en voz baja-, y Petronilla se rio en respuesta.

Sí... si Patrizia decía que no pasaba nada, entonces eso era todo. "Deshagámonos de las preocupaciones innecesarias", -dijo Petronilla-, y luego cambió a un tema más ligero.


*


Lucio no había tenido un episodio psicótico desde esa noche.

A diferencia de las pesadillas, afortunadamente los episodios no eran frecuentes. Si lo fueran, los rumores de su locura se habrían extendido de inmediato. Quería prevenir cualquier mancha en el gobierno imperial, y no habría otra forma de silenciar las bocas de los sirvientes de alrededor. Gracias a su cuidadosa gestión, sólo pocas personas conocían su condición, incluyendo las doncellas del palacio central.

En los días siguientes a los episodios, a menudo sufría migrañas intermitentes. La medicina no funcionaba bien, así que tomaba siestas tranquilas durante el día, y paseaba solo por la noche. El aire fresco de la noche siempre refrescaba su cuerpo. El brillo perlado de la luz de la luna aliviaba algo en él que la medicina no podía.

Los lugares que visitaba eran los mismos que Patrizia gustaba en su vida anterior y actual. Ella no era consciente de este hecho, y Lucio sólo lo consideraba una coincidencia. La belleza del jardín fue lo que atrajo a Patrizia, pero las frecuentes visitas de Lucio fueron por razones más profundas y espirituales. Ella podía elegir cualquier otro lugar, pero para Lucio, el jardín era su único santuario.

Siempre se dirigían al mismo lugar para pensar, así que era natural que se encontraran de nuevo.

"......"

"......"

Se saludaron el uno al otro, pero no hablaron. Lucio dudaba, al igual que Patrizia.

Cada vez que Patrizia venía a este jardín, siempre se encontraba con el Emperador. Mantenía su expresión en blanco a pesar de su estado de confusión. ¿Qué debería hacer ahora? ¿Debería evitarlo? ¿Dejar este lugar primero?

Rompió el contacto visual con él. Era mejor pasar junto a él... despacio, muy despacio. Así, para pasar todo.

La voz de Lucio rompió el silencio nocturno. "¿Me estás evitando?"

"......"

Lucio habló con ella primero. Ahora que la interrogó, no podía irse. Cerró los ojos con fuerza y respondió.

"... ¿No deberías ser tú el que quiere evitarme?"

"Entonces, ¿debería hacerlo?"

"......"

Bueno, no si él estaba preguntando. ¿Qué razón deberían tener para evitarse el uno al otro? Mientras ella vacilaba ante su respuesta críptica, él volvió a hablar.

"¿O deberíamos hacerlo los dos?"

"No creí que quisieras decir que me estabas evitando, ya que eso dañaría tu dignidad", -dijo Patrizia lentamente-, y luego le echó una mirada. Pudo distinguir su perfil. No había luz de luna esta noche, ni siquiera luz de las estrellas. Su rostro estaba cubierto de oscuridad. "Así que intentaré evitarte primero."

"Estás haciendo suposiciones salvajes o simplemente cambiando la culpa".

"......"

‘Eso podría ser cierto’, -pensó Patrizia-. Pero si ella lo estaba evitando, ¿cuál sería la razón? No estaba disgustada con él. Sólo incómoda. Al menos, no lo odiaba. En cualquier caso, ¿no tendrían que acostarse juntos y crear un niño en el futuro? Estar en un lugar con él no era ni agradable ni desagradable, sólo extraño, desconocido.

"Para nada", -respondió finalmente-. "...Al menos, no creo que tengamos suficientes razones para evitarnos hasta ese punto."

"......"

"¿Verdad?"

"Bueno... tal vez", -dijo-.

Ella finalmente se giró para mirarlo directamente, y él hizo lo mismo. La noche era oscura y sin luna. Apenas podían verse los ojos, la nariz y los labios del otro. Patrizia abrió la boca para decir algo, pero él fue un poco más rápido.

"Entonces..."

"......"

"¿Te acuerdas?", -dijo-.

"......"

Se dio cuenta de que él estaba hablando de hace unas noches, e instintivamente contuvo la respiración. Asintió en silencio.

"¿Me tienes miedo?" -preguntó Lucio-.

Patrizia estaba un poco desconcertada. "¿Qué quieres decir?"

"He desnudado cada parte de mi ser frente a ti. Lo que viste no fue un sueño".

"......"

"Me has visto volverme loco, y ahora te pregunto: ¿tienes miedo?"

"Hablas como si quisieras que te tuviera miedo."

"... ¿Qué?"

"Eso... eso parece. Como si quisieras que te tuviera miedo. Preguntándome si tengo miedo y observando mi reacción".

"......"

"Supongo que yo también debo ser rara", -dijo finalmente Patrizia-.

Lucio no dijo nada durante un tiempo, y ella sabía que él estaba en conflicto. Esperó a que él reuniera sus pensamientos, y luego volvió a hablar después de un tiempo.

"No tengo miedo de mirarte y no hay nada que temer de ti", -dijo suavemente-.

"... Pero para mis oídos, extrañamente, eso no es del todo lo que querías decir."

"......"

"Quiero decir, ¿me equivoco?"