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martes, 16 de junio de 2020

Dama A Reina - Capítulo 33

Capítulo 33. ¿Estoy Viva o Muerta?


Todo se estaba saliendo de lugar. Como ese día, las verdades que Lucio conocía se habían roto y tuvo que enfrentarse a una nueva realidad. Se dio cuenta instintivamente de que el cambio estaba llegando, y no podía predecir cómo sus emociones fluirían después del torbellino. Era un emperador que era venerado por su gobierno ejemplar, y era un gran político que aplacaba los conflictos entre los nobles. Sin embargo, cuando se trataba de amor, estaba destinado a ser débil. Los hombres eran vulnerables cuando se trataba de ese tipo de cosas.

Patrizia, mientras tanto, recordó el camino exacto que tomaron, y habló con voz optimista. "Su Majestad, ya hemos pasado por aquí antes. Creo que volveremos pronto."

"¿De verdad? ¡Genial!" -gritó Lucio repentinamente-.

"¿Su Majestad? ¿Qué pasa?" -dijo Patrizia sorprendida-.

"Ugh... no es nada..."

Las palabras de Lucio se desvanecieron, y Patrizia detuvo a Sally y examinó el estado del Emperador. Su frente se sentía como una hoguera. La fiebre había aumentado de nuevo.

Patrizia frunció el ceño preocupada. No podían permitirse ningún retraso. Ella había prometido volver al punto de partida lo antes posible. "Su Majestad, aguante un poco más", -dijo con voz firme-. Lo abrazó un poco más fuerte para que no se cayera, y luego instó a Sally a seguir adelante. Realmente no tenía mucho tiempo ahora. Su salud no podía garantizarse si no recibía rápidamente el tratamiento adecuado.


*


El área de inicio del torneo era un caos.

"¿Dónde está Su Majestad?"

"No sólo Su Majestad, también la Reina. ¿Qué ha pasado?"

"¿Pasó algo malo?"

Los nobles comenzaron a entrar en pánico después de que el Emperador y la Reina no volvieran después del tiempo establecido. Naturalmente, la culpa recayó en sus guardias, incluyendo a Raphaella, pero Lucio y Patrizia les ordenaron que los dejaran solos, lo que dificultó las reprimendas.

Una reunión de emergencia fue organizada apresuradamente en un cuartel temporal, y después de una seria discusión, los nobles concluyeron que tenían que usar toda la mano de obra disponible para buscar al Emperador y la Reina. Los caballeros del torneo fueron divididos en grupos y asignados a buscar una sección cada uno. Los nobles sonrieron satisfechos cuando terminaron de hacer sus planes, y el Duque Vasi, que se había convertido en el líder de facto del esfuerzo de búsqueda, decidió reunir a los caballeros y darles sus órdenes.

Justo cuando la reunión estaba por concluir, alguien entró en el cuartel. Naturalmente, los ojos de los nobles se volvieron hacia la entrada. Después de confirmar la identidad de la recién llegada, el Duque Vasi frunció el ceño y dijo el nombre de la persona.

"Señorita Phelps".

"Duque Vasi". ¿Es cierto?" -dijo Rosemond con voz temblorosa-.

El duque no respondió a su pregunta. "¿Cómo entró aquí, señorita Phelps?"

"Eso no es relevante ahora. ¿Es cierto que Su Majestad ha desaparecido?"

"Desafortunadamente, sí", -respondió con voz derrotada-.

Rosemond se tambaleó hacia atrás. Se suponía que no iba a resultar así. ¡La única víctima que quería era Patrizia, no Lucio!

"Ah... qué debo hacer..." -murmuró Rosemond-, las lágrimas empezaron a correr por su cara.

"Comenzaremos nuestra búsqueda de inmediato, así que no se preocupe demasiado por ello, mi señora, pero se supone que debes estar en el Palacio Imperial. ¿Qué la trae por aquí?"

"Vine a encontrarme con Su Majestad, y luego me enteré de esto... oh Dios... esto es..." El frágil cuerpo de Rosemond se tambaleó, y Glara, que estaba a su lado, rápidamente estabilizó a la concubina. El duque Ephreney dirigió una mirada severa hacia Glara.

"Creo que la señorita Phelps está en shock. Por favor, llévela a otro lugar."

"Sí, mi señor", -respondió Glara-, y rápidamente escoltó a Rosemond fuera del campamento.

El mareo de Rosemond fue más fingido que real, pero en ese momento ella realmente quería caer al suelo. ‘¡Patrizia no era la única que había desaparecido!’ Ese era el peor final para Rosemond. Si Lucio no regresaba, el trono pasaría a la siguiente persona en la línea. Entonces, Rosemond ya no tendría derecho a vivir en el palacio.

Rosemond mordió sus uñas mientras su ansiedad aumentaba. Era demasiado tarde para intentar algo por sí misma, ya que ahora había demasiados ojos a su alrededor.

"Maldita sea, ¿qué debo hacer?", -se dijo a sí misma-. "¿Cómo debería...?"

"¡Mi Señor!" Un caballero pasó por delante de Rosemond y corrió hacia el cuartel. Ella se giró para mirar al caballero con el ceño fruncido, y luego lo siguió en silencio hasta la sala de reuniones. El caballero respiró hondo unas cuantas veces y luego dio su informe.

"¡Mi Señor, los encontré a los dos!"

Los ojos de Rosemond se abrieron de par en par. No sabía si regocijarse o enojarse. Sentía un alivio indescriptible de que Lucio estuviera vivo, pero ¿también Patrizia? Su mandíbula se apretó con rabia.
¿Su plan había fallado?

"Malditos inútiles", -murmuró-, pero las palabras fueron enterradas de nuevo por las voces de los nobles.
 
"¿Los encontraste?"

"¿Dónde están ahora?"

"¿Están ambos a salvo?"

"Sí, mi señor. Ambos están a salvo, pero...

Hubo una conmoción afuera, y el caballero dejó de hablar. Los nobles salieron del cuartel uno por uno para investigar, cuando vieron al Emperador y a la Reina a caballo acercándose. Los nobles se precipitaron hacia delante con asombro.

"¡Su Majestad!"

"Su Majestad, ¿se encuentra bien?"

El Emperador estaba en los brazos de la Reina, y su rostro estaba demacrado por el agotamiento. Les gritó con urgencia.

"Ha sido envenenado por una flecha. ¿Hay algún médico? ¡Traigan un médico inmediatamente!"

Patrizia era conocida como una mujer muy educada, incluso para la gente que estaba debajo de ella. Por primera vez, gritó a los nobles en un tono autoritario e inquebrantable, como si fuera algo natural para ella. Todo el mundo, incluidos los nobles, se sorprendieron momentáneamente por su repentino cambio de carácter, pero el marqués Grochester fue el primero en entrar en razón.

"Bueno, ¿qué están haciendo todos ustedes? ¡Traigan un médico de palacio inmediatamente!", -ladró-. La gente a su alrededor parpadeó tontamente, y luego se apresuraron a cumplir las órdenes de la Reina.

Unos cuantos caballeros ayudaron a bajar a Patrizia y a Lucio del caballo. Patrizia se balanceó en el lugar ya que aún tenía restos de veneno en ella, pero enfocó todo dentro de ella para no perder la conciencia.
 
Mientras el médico de palacio corría hacia el caído Lucio, Patrizia vio a Rosemond en las cercanías. Una ola de ira al rojo vivo corrió por su cuerpo, pero en vez de explotar, pensó en cómo aprovechar la situación. Después de un breve momento, Patrizia decidió actuar razonablemente y no hacer nada de lo que se arrepintiera después.

"¿Por qué estás aquí?" -preguntó Patrizia-.

Rosemond hizo una elegante reverencia. "Saludos, Su Majestad". Su temblor anterior no se veía por ninguna parte.

Para Patrizia, era un gesto descarado. "Sí, señorita Phelps. ¿Cuál es su propósito aquí?"

"Vine aquí para ver a Su Majestad".

"Es mi trabajo regresar al palacio al lado del Emperador, no el tuyo como concubina. ¿Intentas desafiar la autoridad de la Reina?"

"Para nada, Su Majestad".

Patrizia siguió sospechando. Rosemond no era una mujer que tuviera un hueso honesto en su cuerpo.

"No has venido hasta aquí sólo para viajar de vuelta con Su Majestad, ¿verdad?"

"No entiendo lo que dices".

"Querías saber si estaba viva o muerta. ¿No es por eso que estás aquí?"

La expresión de Rosemond se congeló, pero no dijo nada, ya que los nobles y caballeros estaban a su alrededor. Patrizia le dio a la concubina una mirada fulminante, y se dio la vuelta en cuanto llegó el médico. Se arrodilló y le explicó tranquilamente la situación.

"Su Majestad recibió una flecha envenenada la cual estaba dirigida a mí. Le di el jugo de la flor de Scula, pero no se despierta. Por favor, cuide de él."

"Sí, Majestad", -respondió el doctor-, y comenzó a examinar a Lucio de cerca.

Mientras tanto, Patrizia se puso de pie y se enfrentó a los nobles de los alrededores, que la miraban para pedirle una explicación.

"Como acaban de oír, hubo un intento de asesinato contra mi vida. El Emperador recibió el impacto de una flecha envenenada en mi nombre. Luego, logre escapar con el Emperador mientras los asesinos nos perseguían."

Hubo un brote de murmullos por la historia de la Reina. Esto ciertamente se convertiría en un chisme en el palacio. Patrizia continuó dirigiéndose a ellos con una voz fuerte.

"Pero al final, fuimos conducidos al borde de un acantilado. Estaba a punto de morir con Su Majestad a manos de estos asesinos. No tenía otra elección, nos tiré por un acantilado y al río."

"¡Dios mío!" Un noble hizo una exclamación de sorpresa. A pesar de la interrupción, Patrizia mantuvo la mirada fija en Rosemond, que había recobrado la compostura y miraba a Patrizia y Lucio con una expresión de asombro. Esa concubina tenía un nervio tan desvergonzado.

Patrizia siguió hablando, esta vez con un nudo en la garganta. "Fue más que una suerte que Su Majestad sobreviviera. Si el Emperador no descendiera del Sol, hubiera sido imposible."

Otro noble habló. "Aunque Su Majestad la Reina no es descendiente del Sol, ha regresado viva de esta terrible situación. Parece que la gracia de Dios ha llegado a usted."

Era un cumplido ridículo, pero Patrizia no pudo evitar que una sonrisa se extendiera por su cara. "Bien. Mi emperador y yo no estamos destinados a morir por el complot de una concubina. Si Dios no hubiera determinado mi destino, no habría sido elegida como Reina en primer lugar."

"......"

En ese momento, la atmósfera caótica cayó repentinamente.