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domingo, 24 de mayo de 2020

Dama A Reina - Capítulo 9

Capítulo 9. ¿Quieres Hacer Un Trato?


"Sí", dijo Lucio.


"Lo admites, así que debe ser verdad".


"Sí." -dijo otra vez- No lo negó, y Patrizia se preguntó si debería estar aliviada. Por supuesto, elegir a la reina no fue puramente su propia elección, así que no era inusual que tomara una amante diferente a su lado. En cierto modo, este hombre también merecía compasión. Debido a su estatus de emperador, no podía tener una relación de pareja ordinaria. Por supuesto, desde el punto de vista de la reina, no podía haber tal basura.


Patrizia lo miró con recelo. "Si estás aquí, debe ser para decirme que la trate respetuosamente."


"Claramente eres bastante aguda."


Esta fue la primera vez que Patrizia había recibido un cumplido tan desagradable. Se dio cuenta de que los elogios podían ser un arma mucho más efectiva que las maldiciones. "No espero tu amor. No pondré una mano sobre tu amante a menos que algo suceda."


"Bien."


"Entonces..." Patrizia decidió poner una oferta sobre la mesa. "¿Qué harás por mí?"


"¿Qué?" Lucio frunció el ceño como si no esperara la pregunta.


Patrizia no mostró ningún cambio en su rostro y continuó con calma. "Si uno da algo, entonces espera algo a cambio. Como reina, renuncié a tu amor y afecto sin castigar a tu amante. He resuelto dos de tus problemas, así que debes satisfacer dos de mis condiciones a cambio."


"¿Quieres hacer un trato?"


"No tienes nada que perder. No es una petición irrazonable."
 
"“…” Lucio la miró fijamente sin decir nada, antes de hablar en un tono más duro. "Muy bien. Dígame sus condiciones."


"Dos cosas. Primero, tu sucesor será mi hijo."


"... ¿Cuál es la segunda?"


"La segunda es: que no tengas hijos con esa concubina".


Patrizia no quería nada más. La mejor venganza que podría cosechar sería ver morir a Lucio, y que su hijo mayor tomara el trono en su lugar. Una concubina sólo podía servir en el Palacio Imperial mientras su emperador estuviera vivo. Una vez que él muriera, sería más fácil encargarse de ella después de eso.


Pedirle a Lucio que no tuviera hijos con Rosemond era para preservar el último bastión de orgullo de Patrizia. Sobre todo, estaba relacionado con su propia seguridad. Podría verse comprometida si Rosemond diera a luz a un niño antes que Patrizia, y en el peor de los casos, el hijo de la concubina podría heredar el trono en su lugar. Eso era absolutamente imposible de tolerar para Patrizia.


"¿Puedes mantener esa promesa?"


Lucio se quedó callado un momento y luego rio a carcajadas. "Ja, eres buena."


Patrizia mantuvo su barbilla levantada. Su rostro era tan suave como un lago tranquilo, mientras que la ira de Lucio se cocinaba bajo una fachada tranquila. Sin decir que se iba, se levantó bruscamente y salió por la puerta.


Finalmente, Patrizia se desplomó contra su asiento con un suspiro. Al menos por ahora, esto era suficiente.


*


A la mañana siguiente, Patrizia se despertó en su cama, sola. Fue a su escritorio, y le escribió a Raphaella preguntándole si podía servir como guardia de su reina. Su amiga íntima era la única a la que podía confiar su vida en este momento.
 

Raphaella aceptó con gusto la oferta. Si su padre, el marqués Bringstone, muriera en cualquier momento, ella tendría que volver a casa para convertirse en la nueva cabeza de la familia, pero Patrizia esperaba que pudiera estar cerca hasta el nacimiento de un príncipe.


Raphaella llegó al palacio un día después de tomar su decisión, luciendo mucho más cómoda en su armadura, que en un vestido. Dándose cuenta de que su amiga era ahora la reina, se arrodilló humildemente para saludar.


"Yo, la vasalla de Su Majestad, Raphaella Bringstone, saludo a la Luna del Imperio."


"Señorita Raphaella, por favor, levántese." Era bastante incómodo para Patrizia saludar a su amiga de esa forma, pero no tenía elección. Estaban en el Palacio Imperial y había demasiadas restricciones y expectativas de etiqueta como para hacer lo que uno quisiera. Patrizia, sin embargo, pidió a Raphaella que se levantara para que no hubiera demasiada distancia entre ellas.


Raphaella se puso de pie y le sonrió a Patrizia. "Desde que te convertiste en reina, te has vuelto aún más hermosa."


Patrizia se ruborizó ligeramente. "¿Qué quieres decir? Eso es vergonzoso. Por favor, siéntese."


Mirya dejó una bandeja de té en la mesa antes de salir de la habitación. Ahora que sólo eran ellas dos, le facilitó a Raphaella la charla y sus hombros se relajaron.


"Oh, eso fue incómodo. No sé cómo podré acostumbrarme a eso." -dijo Raphaella con un suspiro-


Patrizia comenzó a reírse. "Es natural, ya que es la primera vez. Te acostumbrarás. Pero cuando estemos solas, podemos ser así de casuales, o si no, me olvidaré de cómo hablarte."


"No me mates después cuando no tenga modales." Raphaella sonrió y luego cambió el tema de conversación por algo más salaz. "Por cierto, tu primera noche... ¿estuvo bien?"

Nota: Salaz es algo excesivamente lujurioso y lascivo.

Patrizia sacudió la cabeza. Ella y Lucio tuvieron una breve conversación y la noche de bodas terminó con una mirada hostil. Los ojos de Raphaella se abrieron de par en par de incredulidad por la respuesta de Patrizia.
 

"Pero... ¿por qué? Los rumores, ¿son ciertos?"


"Sí." -dijo Patrizia con voz firme-


Raphaella estaba perpleja por el comportamiento calmado de Patrizia. "¿Cómo puedes estar despreocupada sobre este asunto? Rizi-no, Su Majestad, este es un problema serio. ¿No sabe lo frágil que puede ser su posición sin el favor del Emperador?"


"Lo sé, pero esto es una cuestión de mi poder, Ella. Tú lo entiendes. Por mucho que intente ganarme su corazón, no cambiará. Prefiero concentrar mis esfuerzos en crear un futuro mejor."


"Eso es lo que dices, pero Rizi ... no asumas que las cosas van a ir a tu manera." -dijo Raphaella con voz grave-


"¿Qué quieres decir?"


"Si yo fuera la amante, haría cualquier cosa para derribarte." -dijo Raphaella con firmeza- Sólo porque el emperador no amara a su reina no significaba que fuera a ser depuesta, sino que una concubina intentaría desafiarla. De esa manera, la seguridad de la posición de la concubina podría ser garantizada incluso después de la muerte del emperador.


"Rizi, esta no es una situación pacífica. ¿Entiendes lo que quiero decir?"


"Entiendo." -respondió Patrizia- Ella era muy consciente de eso. Rosemond también había intentado derribar a Petronilla en su vida pasada, y Patrizia no se quedaría quieta si la concubina se atrevía a hacerlo de nuevo. Dejando a un lado la venganza de Patrizia, este era un asunto directamente relacionado con su familia. En el Imperio Mavinous, ser destronado significaba la muerte.


"No tienes que preocuparte, Ella. No dejaré que llegue tan lejos."


Raphaella dudó un momento. "Está bien, te creo, eres inteligente. Sólo ten cuidado."


"¿Me protegerás?" -preguntó Patrizia-
 

"Por supuesto, en términos físicos, pero no tengo confianza en cosas como la política."


"Es suficiente. Gracias."


"Bien, entonces." Raphaella sonrió levemente. Cualquiera que intentara dañar un pelo de Patrizia sería castigado con sus propias manos. Raphaella continuó con voz suave. "Su Majestad podría estar teniendo una desviación temporal. Su corazón podría no estar completamente cerrado."


"Tal vez." Patrizia dio una respuesta ambigua en lugar de una respuesta directa. No, Raphaella. Esto no era una desviación. Si lo fuera, el Emperador no habría tratado a Petronilla con frialdad hasta el final, y no habría elevado a Rosemond a la posición de baronesa y le habría dado el asiento de reina. El corazón del Emperador ya estaba cerrado y Patrizia no tenía intención de abrirle el suyo.


*


Rosemond parpadeó debido a la luz del sol de la mañana. Su cabeza estaba todavía aturdida por el sueño, y volvió su mirada hacia Lucio que dormía a su lado. Su marido era tan guapo. Ella lo miró de arriba abajo mientras dormía, su mirada se encendió al admirar su cuerpo musculoso. Afortunadamente, hoy no había reuniones de estado para él.


Lucio abrió de repente los ojos y rápidamente inmovilizó a Rosemond en la cama.


"¡Ah!" -gritó Rosemond mientras él le mordía la clavícula en lugar de los labios-


"¿Por qué no tienes miedo?" -dijo con voz áspera-


"Porque Su Majestad no tiene miedo."


Le sonrió. "Habría tenido problemas si ayer hubieras estado en el Palacio Imperial."


"Lloré." -respondió Rosemond mientras pasaba su largo dedo índice por su pecho desnudo- "Lloro en las noches en que te extraño".
 
"Estuvimos juntos toda la noche. ¿Aún no es suficiente?"


"Nunca me canso de ti. Ya lo sabes." Sus dedos bajaron peligrosamente.


"... Es de mañana. Basta." -advirtió-


"¿En serio?"


"Si empezamos ahora, no sé cuándo me detendré."


"Bueno... no importa si no te detienes hasta la noche." Con una sonrisa, ella finalmente lo tocó donde estaba más excitado, y él gimió de placer. Ella siempre fue enérgica, pero él nunca lo odió.


"Tú fuiste el primero en seducirme." -dijo mientras se rendía a su toqueteo-


"Sí, lo hice."


Era una mañana brillante, pero se quedaron en el dormitorio hasta bien entrada la noche. Y tal vez, continuarían así, hasta que el sol finalmente se elevara de nuevo en los cielos.


*


Incluso antes de la boda, Patrizia tenía el corazón determinado en hacer bien su trabajo, independientemente de la vida personal de Lucio. Entró en el palacio para convertirse en reina, no para calentar la cama del Emperador por la noche. No quería verse atrapada en falsas acusaciones, y por lo tanto se centró en gestionar bien los asuntos del ministerio imperial y ganar credibilidad, esperando ser amortiguada contra una posición de desventaja en el futuro. Para entonces ella podía reunir la simpatía y la opinión pública.


"Saludos a la Luna del Imperio. Gloria a Su Majestad la Emperatriz." -dijo la Duquesa Ephreney educadamente mientras se inclinaba- Había venido a visitar a Patrizia. Había estado a cargo de los asuntos de la Casa Imperial, pero ahora que Patrizia se había convertido en la nueva dueña del palacio, la autoridad sería transferida a la nueva reina.
 
Patrizia sonrió en respuesta al saludo de la duquesa Ephreney. "Hace mucho tiempo que no la veo, Duquesa Ephreney. ¿Cómo ha estado?"


"Todo está bien por la gracia de la luna nueva, Su Majestad. Gracias por su preocupación." Volteó hacía las criadas que estaban con ella, entonces se acercaron al escritorio y dejaron torres de documentos y libros.


Patrizia casi frunció el ceño ante los montones de papeles, pero se las arregló para calmar su expresión. "¿Qué es esto?" -preguntó con calma-


"Como sabéis, durante los últimos diez años, he estado a cargo de los asuntos de la Casa Imperial." La administración había estado bajo la supervisión de la Duquesa Ephreney desde que la anterior reina, la Reina Alisa, había muerto. Aparte del hecho que el Emperador tomaba las decisiones finales, ella había asumido la mayor parte del trabajo, y debido a esto, la mayoría de la gente la consideraba como la cabeza implícita de la Familia Imperial. "Traje estos documentos aquí porque pensé que necesitabas familiarizarte con ellos."


"Si eso es lo que dices."


"Sí. No podrás ocuparte de todo de inmediato ya que eres nueva, así que, por el momento, seguiré manejando todo."


"...Entonces, ¿qué debo hacer mientras tanto?"


"Es mejor que completes tu educación dentro de un año."


“…” Patrizia lo pensó un momento. La duquesa no estaba del todo equivocada. Había estado en el palacio durante mucho tiempo, y era natural que manejara mejor el trabajo que alguien tan nueva como Patrizia. Una reina debería ser sabia en no eliminar a alguien con buenos talentos. Además, no era algo sin precedentes. Petronilla tuvo un año de educación antes de que le delegaran el trabajo de la Casa Imperial.


Sin embargo...