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viernes, 10 de abril de 2020

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 95

Capítulo 95. ¿Es Imposible? (2)



Los arreglos para el funeral del Rey de Occidente se hicieron después de su muerte. Prepararlos antes era considerado como un mal presagio, sin importar lo grave que fuera la condición del rey. Por lo tanto, el nuevo rey debía organizar tanto su propia coronación como el funeral. Heinley podría haber sido capaz de compartir su carga con una reina a su lado, pero estaba soltero y como resultado estaba más ocupado.

Después de un día frenético, Heinley se dirigió sombríamente a la cripta subterránea temporal donde se encontraba temporalmente el ataúd de su hermano. Quería recordarlo a solas en un lugar tranquilo y fresco, pero cuando llegó, ya había una figura familiar presente.

Era la cuñada de Heinley y anterior Reina, Christa.

"¿Cuñada?"

Heinley la llamó torpemente y se acercó. No se veían cara a cara a menudo, pero en este momento se sintió extraño llamándola "cuñada" cuando normalmente la llamaba "Su Majestad."

Christa dirigió su mirada hacia él, sonrió levemente y se limpió los ojos con la punta de sus dedos. Se veía como si hubiera estado llorando.

"¿Estás bien?"

Heinley se detuvo a cinco pasos de ella.

"¿Dónde están sus damas de compañía? ¿Por qué está sola en este lugar frío?"

"Quería estar sola aquí."

"Podría resfriarse."

"No soy tan débil."

En lugar de discutir, Heinley tomó un pañuelo del bolsillo de su camisa y se lo ofreció. Christa tenía lágrimas en sus ojos nuevamente.

"Gracias."

Ella extendió su mano, pero tan pronto como sus dedos estuvieron a punto de tocarlo, el príncipe retrajo el pañuelo pidiendo disculpas.


Christa se rió cuando vio que la inicial bordada en el pañuelo no era de Heinley.

"Debe ser de otra persona."

"Ah... sí. Alguien muy importante."

"¿Importante?"

"Tan importante como el sol."

Ella estudió el pañuelo, pero no pudo deducir el nombre que representaba la inicial. Heinley inclinó su cabeza y sacó un pañuelo diferente.

"Gracias."

Ella dejó de especular sobre la dueña del otro pañuelo y se limpió los ojos.

"Antes de que mi hermano muriese, dejó un testamento para protegerla."

Los ojos de Christa se agrandaron con el pañuelo aun tocando sus ojos. Sin embargo, pronto miró hacia abajo y dio una risita llorosa.

"Era un buen hombre."

"Si alguien le hace o le dice algo, por favor, házmelo saber."

"Gracias por sus palabras."

"No son solo palabras."

Ante la sinceridad de las palabras de Heinley, ella asintió.

"Lo haré."

Heinley intercambió unas pocas palabras más con Christa antes de irse de la cripta. Después se encargó de organizar una oficina temporal, la cual usaría hasta que la coronación hubiese terminado. McKenna estaba enterrado en una pila de papeles, y se levantó quejándose cuando lo vio.

"Nos estamos quedando sin tiempo, y nos faltan diez invitaciones."

"Eso no es suficiente."

"Me hiciste ir y volver todo el camino desde el Imperio Occidental."

Heinley ignoró las quejas de McKenna y observó las cartas sobre el escritorio.

"Estas son las invitaciones a la coronación."

McKenna explicó rápidamente antes de que Heinley preguntara.

"Incluso los niños pequeños sabrán que serás coronado rey, pero la coronación debería estar abierta solo a los principales líderes extranjeros."

Heinley asintió y volteó una de las cartas.

"¿Que hay acerca de las invitaciones que serán enviadas al Imperio Occidental?"

"No son esas, están aquí."

McKenna tomó cuatro cartas del otro lado y Heinley confirmó todos los destinatarios. Tres de ellas estaban dirigidas a ciertos nobles, mientras que la otra era para el Emperador y la Familia Imperial.

Y un miembro de la Familia Imperial...

"No hay ninguna posibilidad, Su Alteza."

"No dije nada, McKenna."

"¿Te estás preguntando si la Emperatriz de Oriente vendrá?"

"McKenna... a veces es más molesto cuando dices la verdad."

"¿Debería decirte mentiras optimistas entonces?"

Heinley le mostró una mirada irritada a McKenna, mientras él calmaba al príncipe con una expresión de preocupación.

"Su Alteza, Estoy seguro de que usted ya lo sabe... pero ella es la Emperatriz. No solo eso, sino que es la emperatriz de un país poderoso."

"¿Debería rendirme ya que nunca podrá ser mi reina?"

"¿Qué otra cosa puedes hacer además de rendirte?"

"...tienes una cabeza inteligente."

"¿Qué?"

"Cuéntalas de nuevo."

McKenna suspiró y movió sus manos ocupadamente, pretendiendo buscar entre las invitaciones. Sin embargo, no podía ignorar a Heinley, ebrio por su primer amor.

El príncipe de repente se veía pensativo, y McKenna tuvo escalofríos a lo largo de su espalda. Heinley tenía una personalidad muy racional, pero eso no significaba que hiciera las cosas con normalidad; a veces su comportamiento era bastante aventurero y peligroso. La mirada en su rostro le recordaba eso.

"Su Alteza."

McKenna dijo su nombre antes de que Heinley pudiese hablar y este se volteó para mirarlo. McKenna propuso algo que había estado pensando por semanas.

"Ya que es la voluntad del anterior rey, ¿por qué no te preparas para casarte?"

"No tengo pareja, McKenna. ¿Con quién me casaría?"

"Ya encontrarás una."

"La que quiero se encuentra muy lejos."

"Aun así tienes que encontrar una. Puede que haya alguna pareja para ti cerca."

"No me digas que eres tú."

McKenna repentinamente se enojó ante las palabras de Heinley.

"No hagas bromas terribles."

Heinley sonrió fríamente.

"Acabas de decir que no puedo casarme con quien quiera, pero tiene que ser una persona cercana a mí."

Estaba de un humor terrible. McKenna empezó a hablar débilmente al principio, pero pronto su voz ganó fuerza.

"Primero que nada, presta atención a todas las mujeres brillantes del Reino Occidental. Siempre estás viajando al extranjero, y no tienes interacción con tus ciudadanos."

"..."

"No me mire así, Su Alteza. Podrá encontrar otro amor como el de la Emperatriz Navier."

"Por supuesto que hay muchas damas maravillosas aquí también."

Heinley suspiró con fuerza.

"Pero a la que quiero es a ella, no a una mujer parecida. No importa cuánto se le parezca, no tiene sentido."

***

Los días que esperaba llegaron lentamente, mientras los días que temía de repente los tenía frente a mis narices.

El día del banquete en honor al bebé de Rashta, el sol salió como era usual, y para el mediodía los carruajes comenzaron a converger dentro del palacio. Como era la celebración del primer hijo del Emperador, había numerosos visitantes. A través de una ventana observé los carruajes entrar de a montones, la suntuosidad de los carruajes indicaba la riqueza y la importancia de los asistentes.

'¿Llegaron estas personas a la misma idea que Sovieshu?'

¿La idea de que debería aceptar el bebé de Rashta porque nunca tendré uno propio?

'Bueno... incluso si no piensan eso, el nacimiento del primogénito del Emperador es aun así un evento muy importante.'

Incluso si el bebé de Rashta no buscara la sucesión, no podía ser ignorado por los nobles. Mientras el niño no perdiera el favor del Emperador, era probable que se convirtiera en un noble de alto rango como un duque o un gran duque.

Después de respirar profundamente, me di la vuelta y regresé a mi habitación, me cambié la ropa, y me dirigí al salón del banquete. No era una ocasión formal como el baile de año nuevo, así que todos estaban ya conversando y riéndose.

Era fácil encontrar a Sovieshu y a Rashta. Ella estaba sentada en un sofá suave colocado especialmente al centro y al fondo del salón, mientras Sovieshu se encontraba de pie a su lado. Detrás del sofá había pilas de regalos que habían recibido de los invitados. Ya había una cantidad sustancial, considerando que el banquete había comenzado hace solo una hora, y muchos seguían acercándose a ellos sosteniendo cajas coloridas de regalo. Algunos invitados parecían reacios a estar ahí, pero otros se veían genuinamente ansiosos de impresionarla.

Cuando me acerqué, el público se mantuvo en silencio.

"¡Su Majestad!"

Tan pronto como Rashta me vio, mostró una sonrisa angelical.

"Es tan bueno verla, Su Majestad. Ha pasado una hora y creí que no vendría."

Sin embargo, a diferencia de Rashta, Sovieshu se notaba nervioso. Los nobles observaron curiosamente.

Presenté mi regalo en silencio. Era difícil discernir que objeto habría dentro, ya que estaba envuelto en papel brillante y atado con un lazo. Rashta lo tomó con ambas manos, miró a Sovieshu, después tiró del lazo. No había abierto otros regalos aún, así que se habrá preguntado qué era ese regalo. O quizá quería presumírselo a los demás.

"¡Oh, esto es...!"

Los ojos de Rashta se abrieron de par en par.